CHILE: HIPOCRESÍA Y FASCISMO
(EN LA NO DEMOCRACIA)
Una de las principales características de la clase política chilena es la hipocresía y el reiterado uso de eufemismos para ocultar la realidad y evitar el uso de conceptos apegados a la realidad. En ambos casos, hipocresía y eufemismo, es fingir y ocultar las reales intenciones, ocultar la realidad, engañar a la “opinión pública” (¿existe la opinión pública?) y mantener todo tal cual.
Desde 1990, “transición a la democracia”, la clase política ahondó en esas características. La derecha fascista dejó de llamarse “derecha” y paso a ser “centro-derecha”. La izquierda hizo lo mismo y pasó a autodenominarse como “centro-izquierda” y “progresismo” en reemplazo de reformismo. Las demandas populares fueron denominadas como “temas emergentes”, el pueblo fue escondido y pasó a llamarse “gente” y “ciudadanos”. Los derechos humanos fueron reemplazados por “derechos del consumidor”, el movimiento popular por “movimiento ciudadano”, la lucha de clases por “conflicto social”, la clase trabajadora fue reemplazada por “clase media” y así sucesivamente. Uno de los problemas con este trasvestismo es que fue solamente la izquierda la que asumió ese cambio linguistico porque había cambiado profundamente su ideología en cambio la derecha el cambio linguistico obedeció a un cambio cosmético, propagandístico con la finalidad de fortalecer su ideología dominante al interior del pueblo y así perpetuar el poder.
Hace algunas semanas, el ex diputado comunista hoy candidato constituyente Hugo Gutierrez, fue pasado a la Comisión de Ética ya él publico un meme (imagen) donde aparecen los dirigentes del partido de ultraderecha, con representación parlamentaria, la UDI realizando el saludo nazi y con brazaletes con las swastica. El mensaje era claro: acusar a la UDI de ser un partido fascista.
En su defensa Hugo Gutierrez señaló que era parte de la libertad e expresión y también una forma de humor político. Nuevamente, una mala defensa y una falsificación de la realidad que sólo sirvió para esquivar el fondo, y la justeza, de la imagen subida a las redes sociales. El diputado Gutierrez perdió una oportunidad preciosa para haber abierto un debate de fondo. Quizás ese no era su intención original.
Pero, ¿qué hay de cierto?
El primer movimiento nazi-facista en Chile fue el Movimiento Nacional Socialista, MNS, nacido en la década del 30 y fundado por Jorge Gonzalez von Marées. Este movimiento es recordado, entre otras cosas, por la Matanza del Seguro Obrero ocurrida el 5 de septiembre, 1938.
De ahí en adelante, los movimientos nazi-fascistas en Chile se sucedieron a lo largo de la historia, se mezclaron con movimientos de ultraderecha, con los sectores oligárquicos de los antiguos partidos históricos de la oligarquía (conservador y liberal) ampliando política e ideológicamente el espectro de los partidos reaccionarios.
Muchos militantes y movimientos nazi-fascistas fueron activos colaboradores de los organismos de la guerra sucia durante la dictadura militar-burguesa de Pinochet. Sus lazos se extendieron, de esos organismos, con el terrorismo fascista italiano, con los guasnos cubanos en Estados Unidos y también sus nexos se entremezclaron con ex agentes de la SS radicados en Chile.
Tal fue el caso de los jerarcas de la UDI que formaron parte de los amigos de Paul Schafer, nazi y jerarca de Villa Babiera (Colonia Dignidad) que operó como centro de tortura y exterminio durante la dictadura. Dos de los más emblemáticos amigos del centro de exterminio fueron el actual ministro de Justicia, Hernán Larraín, y el ex ministro del Interior, el destituído Víctor Pérez
Pero el caso de la UDI no sólo quedó en la amistad con Paul Schafer sino también en su ideología y proyecto estratégico.
Jaime Guzmán fundador de la UDI, fue también militante del Frente Nacionalista Patria y Libertad (de ultraderecha y de contenido fascista que actuó como grupo operativo durante la Unidad Popular) como también lo fue el sacerdote Raúl Hasbún durante décadas fue comentarista habitual en los noticieros de Canal 13 (de propiedad de la Iglesia Católica en ese entonces) como también vocero de la dictadura en el exterior para desmentir la desaparición y tortura de revolucionarios chilenos. Pero no sólo eso. Jaime Guzmán en la redacción de la actual constitución que rige Chile y que fue impuesta en 1980 en plena dictadura, tuvo como fuente de inspiración a nada menos que a Carl Schmitt. ¿Quién era Carl Schmitt?Carl Schimitt fue un prominente jurista alemán vinculado al Movimiento Revolucionario Conservador y al Partido Nazi.
Pero no todo termina ahí.
Si bien la UDI fue el partido fundado por la dictadura, como centro del pensamiento neoliberal, también, fue también el Partido Avanzada Nacional fundado por el Jefe de Operaciones de la Central Nacional de Investigaciones, (CNI, organismo de exterminio), Alvaro Corbalán Castilla, hoy preso en Punta Peuco. Avanzada Nacional agrupo a genocidas de la CNI y de otros organismos represivos como a la vez a personajes ligados a la farándula, bohemia y el mundo artístico afín a la dictadura, en los 80s.
Pero ese partido murió a partir del inicio de los 90s y sus integrantes mutaron de militancia. Desde la Unión de Centro Centro (fundado por el empresario Francisco Javier Errazuriz, primo del ex cardenal Francisco Errazuriz, hoy en el Vaticano y acusado de proteger una red de abuso sexual, el Partido Regionalista Independiente y el Partido del Sur fueron todas organizaciones políticas que abrieron sus puertas para que los ex agentes de la represión y ex militares en retiros pudieran participar en la vida política.
Otro caso de estos lazos entre las diferentes facciones fascistas fue el ex diputado de Renovación Nacional durante la década del 90, Maximiano Errazuriz, primo de Jaime Guzmán. Este sujeto, Maximiano, fue también militante durante la Unidad Popular de Patria y Libertad como del Partido Nacional. Durante las campañas parlamentarias a diputado en la cual el fue electo se apoyó por la brigada de propaganda denominada BAPU (Brigada Augusto Pinochet Ugarte) integrada por grupos neonazis de su circunscripción.
Las Fundaciones Augusto Pinochet, 11 de Septiembre y muchas otras forman parte del amplio espectro de la derecha chilena que hoy se presenta como democrática y defensores de los derechos ciudadanos. Todos estas fundaciones, partidos y movimiento son financiados también por los grandes grupos económicos, mantienen sus vínculos con los movimientos ultraconservadores religiosos como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo (conocido también como los Millonarios de Cristo) dueños de muchas universidades privadas y redes de colegios subvencionados. Las puertas también las tienen abierta desde los consorcios de los medios de desinformación que, como es ya sabido, en el caso de El Mercurio los vínculos con la CIA son ya evidentes.
El listado para fundamentar el carácter fascista de la derecha chilena es interminable y que desborda la defensa que esta ha realizado de la Constitución de 1980 que también defendieron los partidos de la Concertación y de la Nueva Mayoría desde 1990 hasta hoy.
Pero lo peor del caso es que los partidos de “centro” y de la “izquierda” (=progresismo, reformismo = partidos burgueses) se han encargado durante todas estas décadas de blindar a esta derecha y dotarle de un ropaje democrático que jamás ha tenido.
Enrique Correa, destacado militante socialista en su momento, participó varias veces en los consejos políticos y congresos ideológicos de la UDi con ponencias políticas a lo cual Correa definió como una muestra del espíritu democrático de la UDI.
Fue también Ricardo Lagos que al recibir una mano de Pablo Longueira, fundador de la UDI, durante el caso de triangulación de fondos fiscales, de corrupción conocido como MOP-GATE y por el acuerdo alcanzado con Longuiera en una “agenda” para “reformar al estado”, Lagos agradeció esa ayuda definiendo a Longueira como un “hombre de Estado” y por qué no decirlo un demócrata. Los ejemplos desde el progresismo para blanquear a la derecha fascista son también interminables y sólo se puede explicar por la defensa transversal del capitalismo, de la democracia burguesa, del Estado Burgués, del ficticio Estado Laico, y de su sumisión ante las políticas imperialistas. Todos estos sujetos se hermanan en la mantención del Estado Neocolonial y del estado de explotación.
Pero, ¿por qué no llamar las cosas por su nombres? ¿Por qué el diputado comunista no aprovechó la oportunidad para sacar toda la historia conspirativa, fascista y reaccionaria a la luz? ¿Por qué no aprovechó la oportunidad para visibilizar todas las conexiones presentes y pasadas? La respuesta es sencilla.
Llamar las cosas como son, en todos los planos pero en especial en el plano político, supone la reanudación de la lucha ideológica. Es asumirse como parte del proletariado, definirse desde la perspectiva revolucionaria abiertamente. Es también pararse ante la clase dominante y denunciar su sistema de dominación, su sociedad de clases pero esencialmente es darse a la tarea de resolver revolucionariamente la lucha de clases a favor del proletariado. Pero como eso es mucho pedir para un militante del Partido Comunista que no hace mucho decía que entre la “Democracia Cristiana y el Partido Comunista había una alianza estratégica” la defensa que hace Gutierrez se limita solamente a la defensa de la libertad de expresión, de opinión y al uso del humor político como herramienta en el debate.
El período que le toca vivir a Chile (estallido social, pandemia-cuarentena- convención constitucional-crisis del capitalismo) requiere el uso claro y preciso de los conceptos provenientes de la ideología proletaria, de la ideología revolucionaria, llamar a las cosas por sus nombre, AL PAN, PAN Y AL VINO, VINO. Sin esa claridad el enemigo de clase será siempre ante las masas algo difuso, un monstruo con rostro amigable y tierno. El asumir el contrabando ideológico como propio no es más que desviar el camino, pensar que existe una burguesía (nacional) progresista (o revolucionaria). es hacer creer que existe la posibilidad cierta de humanizar el capitalismo. Es hacer creer a las masas que existe un imperialismo bueno y otro malo. Y es hacer creer al mundo que entre Trump y Biden hay grandes diferencias que de los que se trata es entre Juana y su hermana. La definición de la izquierda revolucionaria como una izquierda anti fascista resulta crucial, también.
Para quienes deseamos y luchamos por un mundo socialista y revolucionario no podemos olvidar, que como dice Quelentaro en “Leña Gruesa”, aquello que: “Dios, la Virgen y el Diablo son tiras de un mismo cuero”