CHILE: LA LUCHA DE CLASES CONTINÚA.
(NO ERA EL FIN DE LA HISTORIA)
Ya calmadas las aguas de la salida burguesa, Plebiscito, ante la crisis del capitalismo en Chile, las cosas comienzan a quedar mucho más claras.
Como siempre, los medios de desinformación de masas cumplen su función tendenciosa de influir en las masas mediante la tergiversación de imágenes y de análisis sobre los hechos que se suceden.
Desde muy temprano, los canales de televisión mostraron imágenes de largas filas de votantes en las afueras de los colegios electorales dando la sensación que la participación electoral habría aumentado considerablemente. Esto otorgándole una épica al desarrollar este plebiscito en medio de la pandemia donde habría muchos votantes que no podrían votar aquejados con el virus aquel. Lo que no decían era que las largas filas se debían a que los votantes debían mantener la distancia social como recomendación sanitaria para evitar un contagio, según la autoridad sanitaria, masivo del virus. Las filas corrían rápidamente y los votantes pudieron votar sin problemas y en un tiempo breve tan breve como en las elecciones anteriores que tuvieron una baja participación.
Las opciones que se diputaban el voto de los electores eran dos: Apruebo y Rechazo queriendo averiguar si la población electoral era partidaria o no de cambiar o continuar con la constitución actual heredada de la dictadura y perfeccionada por el progresismo (Concertación) y que hoy lleva la firma del socialdemócrata Ricardo Lagos. La segunda papeleta la disputa era entre la Convención Mixta y la Convención Constituyente queriendo averiguar qué órgano era el que iba a redactar la “nueva” constitución si era una convención con 50% integrado por diputados y el otro 50% integrado por dirigentes sociales (Convención Mixta) o una convención electa íntegramente por dirigentes sociales (Convención Constituyente).
Toda la campaña plebiscitaria se lleva a cabo en medio de un alto desprestigio de la política, con numerosos casos millonarios de corrupción de las fuerzas armadas y de “orden”, con múltiples casos de pedofilia de la Iglesia Católica, con la colusión de las empresas con la política y con el fraude realizado por estas hacia los “consumidores”. Se realiza en medio de un gobierno fascista que ha respondido a un pueblo movilizado y combatiente con el terrorismo policial, con los crímenes de lesa humanidad y con graves violaciones a los derechos humanos. Pero esencialmente, el plebiscito se realiza en medio de una crisis del capitalismo no sólo en el plano económico sino también medio ambiental, de emergencia hídrica (ya sea como consecuencia de la sequía o del saqueo por parte de latifundistas y grandes agricultores), una crisis de género donde el movimiento anti patriarcal ha puesto entre la espada y la pared a la ideología dominante, por lo menos en ese aspecto, donde la Huelga Feminista del 8 de marzo logró congregar a dos millones de mujeres en el centro de Santiago (capital de Chile) y tres millones de mujeres a los largo y ancho del país. Se lleva también a cabo en medio de la lucha tenaz y ejemplar del Pueblo Nación Mapuche en contra de las forestales, de las hidroeléctricas, de los latifundistas, del capital transnacional que al final de de cuentas es en contra del colonialismo y el imperialismo y por la liberación nacional. Se lleva a cabo contra los nulos derechos laborales de una clase trabajadora super explotada, con sueldos y pensiones de hambre, con un alto endeudamiento y con vidas miserables.
Las crisis del capitalismo chileno (capitalismo neocolonial) es múltiple, variada y extensa y es parte también de la crisis del capitalismo imperialista cuyos centros de poder se disputan una nueva repartija del mundo determinando nuevas zonas de influencia para cada uno de los centros imperialistas.
Pero este plebiscito se da también en medio de un estallido social, de un levantamiento popular (inconcluso) que duró en forma continua durante cinco meses donde la masas no sólo coparon masivamente las avenidas principales de las ciudades del país, sino que ocuparon una violencia intensa jamás vista durante los 30 años de democracia pactada, protegida o de seguridad nacional. Las acciones más agudas fueron perpetradas por gente común y corriente que en su mayoría no tienen militancia política ni preparación ideológica actuando en ello un poderoso sentimiento de frustración y humillación, el odio hacia una clase opulenta y soberbia, un odio de clase y una necesidad imperiosa de barrer con todos lo que representara tanto al poder económico por al Estado lo que efectivamente ocurrió.
Fue tan grande la envergadura de ese levantamiento popular que solamente la pandemia le sirvió al criminal Piñera para apaciguar al movimiento social mediante la militarización de las avenidas con la excusa de imponer la cuarentena, salvar las vidas ante el virus y así poder terminar su mandato tranquilamente. Si no hubiese sido por el virus seguramente que el ladrón Piñera hubiese caído y el progresismo no hubiese podido salvar de la caída y la Asamblea Constituyente hubiese sido lo que se estaría instalando en estos momentos y no una convención constituyente trucha cuya soberanía es cercenada por la Ley 21.200 que es la que regula y convoca a este plebiscito y proceso “constituyente”.
La pandemia permitió que la clase empresarial lograra precarizar aun más la vida de los trabajadores, le dio espacio suficiente para reordenar las leyes del mercado ante la crisis capitalista despidiendo a más de dos millones de trabajadores, precarizar aun más a los trabajadores independientes y a honorarios llegando a tres millones y medio los trabajadores cesantes o semi cesantes producto de la cuarentena.
En este contexto, la crisis “pandémica” la pagaron los trabajadores de sus bolsillos utilizando para su subsistencia el seguro de cesantía, el retiro del 10% de las AFPs (se prepara un segundo retiro de otro 10% también de las AFPs) que son todos recursos aportados por los mismísimos trabajadores. Debido a esto está en la retina, en medio de la cuarentena, las protestas en comunas en contra del hambre, con barricadas incluidas. El descontento creció en forma exponencial y sideral. El modelo en su conjunto esta en crisis y el modelo en su conjunto se puede caer a pedazos.
Ante esta situación, la clase dominante sabe que sólo puede haber dos salidas posibles ante la crisis: la salida burguesa o la salida popular. Evidentemente, ellos optaron por imponer la salida burguesa, cuál es, el plebiscito derivado del Acuerdo por la Paz (15 de noviembre, 2020) de espaldas al pueblo y eliminando la exigencia de Asamblea Constituyente como parte de la solución. Es la misma clase política, defensora de los intereses de los ricos, la que se cruza en el camino, impone el itinerario y ahora pretende conducir todo el proceso.
Pero llegó el día del plebiscito y con ello todo ese discurso vacío de la clase política y del progresismo.
Por más esfuerzo que desplegaron, la clase dominante simplemente fracasó.
Los cómputos que se dan, más allá de la aplastante derrota que sufrió la opción Rechazo quedando reducida al 22% y la opción Apruebo alcanzando cerca del 80%, en cuanto a la participación electoral, que es lo verdaderamente importante, alcanza al 51% de los electores inscritos más o menos de 7.300.000 votantes participantes. En pocas palabras hay casi otro 50% que simplemente no votó y que no creyó en la convocatoria, en su contenido o simplemente como el modelo lo ha excluido desde siempre no ve razón en votar por quienes lo han marginado históricamente.
Veamos.
El Plebiscito actual es tan importante (es la redacción sobre una nueva constitución) como el plebiscito que se llevó a cabo en 1988 y que marcó el término formal de la dictadura militar-burguesa y que dio paso a la democracia protegida y la continuidad del neoliberalismo. Ese plebiscito, 1988 tuvo una participación electoral de 97% con menos electores, pero con un 97%. El actual plebiscito, también crucial, sólo obtuvo la participación del 51% aproximadamente lo que grafica una sociedad polarizada, fragmentada, donde gran parte de las masas no ve en el Estado, ni en sus instituciones, las herramientas para solucionar sus problemas vitales, de vida. También la baja participación y la alta abstención da cuenta que por lo menos existe un 50% de la población votante que no ve en el ejercicio del voto como el medio más efectivo para conquistar las demandas. ¿Será porque están consientes que uno vota y son otros los que deciden?
Un dato interesante es que en la última elección presidencial (2017) donde es elegido por segunda vez el criminal y especulador, Sebastián Piñera, la participación electoral fue de 49,02% (6 956 481), es decir (y de mantenerse las cifras que se han dado sin haber concluido la totalidad de lo votos), la participación electoral en este plebiscito aumentó sólo en un 2% (de 49% a 51%) y en cantidad de votos subió solamente 343,519 en comparación de la elección presidencial del 2017 con el plebiscito que se acaba realizar (25 de octubre), es decir, nada. La salida burguesa, la política impuesta ha fracaso y no logró hacerse carne en las masas ni menos constituirse en una política hegemónica al interior del pueblo esto contando con todos los medios de desinformación y con todos los recursos que les otorga el Estado como la empresa privada.
¿QUÉ VIENE?
Como se sabe, las elecciones son interesantes porque reflejan el estado de ánimo de las masas en un período o situación determinada. De alguna forma las elecciones grafican la correlación de fuerzas, en el plano electoral, como también nos muestra cómo se expresa la lucha de clases en ese plano particular.
En el análisis de ese escenario debemos considerar que para que los circos electorales capten los votos necesarios, en Chile, deben elevar las expectativas en las masas para causar entusiasmo dar algún sentido a la campaña. Las esperanzas de quienes concurrieron a votar y quienes genuinamente vieron en el plebiscito la oportunidad de conquistar sus demandas más sentidas se verán defraudas una vez que la campaña pase y se comiencen a saber las tratativas y negociaciones entre ambos bandos conciliando los intereses de las diferentes facciones de la clase burguesa dejando debajo de la mesa, nuevamente, los intereses de los populares para continuar con más de lo mismo.
Esta nueva “traición” a las expectativas del pueblo, y la utilización de las demandas populares como un elemento de campaña más, sólo será bencina para el incendio provocando otro gran estallido social donde el pueblo, autónomamente y autoconvocado, se lanzará a las calles, las copara, arrasará con todo a su paso y el Estado Opresor y Asesino responderá utilizando a su brazo armado, las fuerzas armadas, perpetrando un nuevo genocidio ante un pueblo que sólo desea alcanzar la justicia social, justicia que le ha sido esquiva y arrebatada desde el mismo día en que llegaron los españoles y cometieron el mayor asesinato, etnocidio, conocido en la historia. Esa nueva traición será el equivalente a lanzar un fósforo a la pradera.
No sólo la lucha continúa, sino que la lucha de clases está más vigente que nunca, la historia no ha llegado a su fin y es nuevamente el pueblo el que la está escribiendo.