CHILE: LA CRISIS QUE VIENE
(Y LA BURBUJA NEOLIBERAL)
Corría el año 2019 y todo marchaba con relativa calma para la continuidad del neoliberalismo y los pactos interburgueses plasmados por la clase política que durante más de 30 años de transición pactada y 47 años considerando que el proyecto neoliberal se comenzó a imponer a sangre y fuego el mismo día del golpe de estado, 1973, que derrocara a Salvador Allende y que impusiera el terrorismo de estado y el genocidio.
El imperialismo, como ha sido siempre, clavó sus garras contrainsurgentes y de paso profundizó el saqueo de todos los recursos naturales y humanos, impuso el extractivismo y con ello la destrucción de la naturaleza. El neocolonialismo se encontraba en gloria y majestad como nunca antes pero la versión oficial, aquella que se establece para el común de la gente, era que la alegría había llegado y que Chile alcanzaría la categoría de país desarrollado.
Los partidos burgueses corrieron apresuradamente para que el tren de la globalización no los dejara abajo. Vendieron aquello de la Aldea Global y del fin de la historia. Que las fronteras nacionales se eliminarían y la uniformidad sería la norma. Ya no había espacios para identidades de los pueblos originarios, de aquellos que no querían ser parte del mercado global ni menos de algún proyecto imperialista nacido en el Pentágono o en el Departamento de Estado.
Firmaron cuanto tratado de libre comercio le ofrecieron, 25 en total, fortalecieron el modelo neoliberal heredado de la dictadura, violaron sistemáticamente los derechos humanos, criminalizaron la protesta social, militarizaron la Araucanía, sometieron económica al proletariado, subvencionaron la pobreza y la miseria todo mientras los grandes grupos económicos, el capitalismo imperialista hacía lo que le daba en gana. La democracia burguesa, capitalista comenzaba a quedar descubierta como lo hiciera en el pasado, en los inicios del movimiento obrero de inicios del siglo XX o antes con la resistencia heroica y ejemplar del Pueblo-Nación Mapuche contra las fuerzas invasoras colonizadoras.
El gobierno de Piñera anunciaba al mundo que Chile era un “oasis” no se refería al grupo de britpop sino que a la imagen que todo transcurría con toda calma y paz social.
En septiembre, el ministro de Hacienda de ese entonces, Felipe Larraín, anunciaba la idea de transformar a Chile en un centro financiero. Este mismo escribía en el Diario Financiero (24 de septiembre, 2019) lo siguiente:
“Algunos lo consideran una quimera. Pero no lo es. Objetivo es ambicioso, pero alcanzable, de los que valen la pena. Actualmente el sector financiero chileno representa poco más del 5% del PIB, en Singapur es casi el 15% y en Hong Kong y Luxemburgo es entre el 20% y 25% del producto…No es necesario ser una economía grande para posicionarse como un centro financiero internacional…”
Algunos días después, el 27 de septiembre, se realizaba a nivel mundial la Huelga Mundial contra el Cambio Climático. La emergencia hídrica, la huella ecológica, la crisis civilizatoria, el riesgo de llegar sin retorno y el hecho que la humanidad se encontraba al borde del precipicio fueron todos conceptos que inundaron el mundo y Chile no fue una excepción más aun si todos los informes lo posicionaba como uno de los países más afectado como consecuencia del extractivismo. La marcha por las calles céntrica de Santiago fue multitudinaria. Se impuso el debate sobre nuestro propio desastre medioambiental y de lo nocivo de los poderes económicos depredadores y productivistas.
Un mes después, ocurría lo impensable. Ese oasis dibujado por Piñera se convertía en estallido, revuelta y levantamiento popular que no sólo comenzaría el 19 de octubre sino que duraría por un lapso de cinco meses continuos. Piñera estuvo a punto de tirar la toalla pero lo salvo la campana al igual que el boxeo. No sólo lo salvaron los partidos de la oposición firmando el Acuerdo Nacional (noviembre, 2019) sino San Covid, la cuarentena y la pandemia intencionada. Estos factores le permitió a este especulador continuar gobernando eso si con un 4% de apoyo.
Pero la crisis continúa…y no sólo de la economía sino también la crisis medioambiental.
El 14 de enero, 2021, Greenpeace Chile anunciaba en su página web algo que se escuchaba en el ambiente cuando se quería transformar a Chile en un centro financiero internacional: “Chile está a punto de entrar en “extremo estrés hídrico”.
“Actualización del Balance Hídrico Nacional”, que reveló que habrá una fuerte baja en la disponibilidad de agua dentro de 10 años, de hasta un 50%, debido a que disminuirán los caudales de los ríos y se incrementarán las temperaturas”.
“Sin embargo, Greenpeace advirtió que la crítica situación ya se está apreciando en los diferentes ríos y embalses del país, lo que lleva a Chile a estar en el lugar 18, a nivel mundial, a punto de entrar en extremo estrés hídrico, según un informe del Water Resource Institute”.
“Estefanía González, coordinadora de Campañas en Greenpeace, recordó que la escasez de agua afecta a casi un millón de chilenos que hoy no tienen su acceso asegurado. “Hoy lo que vemos es que el otorgamiento de derechos sigue aumentando exponencialmente, donde 98% del agua es utilizada para usos industriales, agrícolas, forestales y mineros, mientras el 2% restante del agua es para el consumo de la población. Aún con este panorama, la política pública ha ido en la dirección contraria a la realidad climática e hidrológica que considera el estudio de la Universidad de Chile: mientras las lluvias disminuyen y la disponibilidad de agua sigue reduciéndose, entre 2016 y 2020 el número de derechos de agua otorgados aumentó en todas las cuencas. Eso es incomprensible”, denunció.
“Añadió que todas las proyecciones científicas apuntan a que el escenario que vivimos actualmente se agudizará, lo que hace más urgente priorizar el agua y garantizarla como derecho. Por ello, Greenpeace Chile hizo un llamado a los futuros constituyentes -convocados a redactar un nuevo contrato social- a poner fin al modelo de gestión actual que no solo le entrega derechos de agua a grandes empresas, poniendo en riesgo el suministro de personas y ecosistemas, sino que entrega hasta tres veces más agua que la disponible, y en regiones como la de Valparaíso, este número aumenta a siete. Algo que quedó reflejado en la última encuesta realizada por la organización, donde el 97% de los encuestados se manifestó a favor de que el derecho al agua para consumo humano esté contemplado en la nueva Carta Fundamental”.
“Hoy tenemos la oportunidad de saldar esta deuda y asegurar el acceso al agua para miles de personas, así como para valiosos ecosistemas que se secan. Es incomprensible que a la luz de los datos y las proyecciones, que hace más de una década solo empeoran, no se haga nada. El problema del agua es nacional, histórico y colectivo. Por eso, debemos resolverlo en conjunto y qué mejor que hacerlo en el marco de una nueva Constitución”, recalcó Estefanía González.
“El agua en Chile se compra como ‘títulos de propiedad’, por lo que empresas transnacionales son dueñas de ríos completos. Dado que es cada vez más escasa debido al cambio climático, la competencia es feroz y los ‘dueños’ están tentados a hacer negocios con ella. El agua en el mundo vale tanto que ahora en otros países se cotiza en la bolsa de Wall Street. Y Chile es el epicentro de la apropiación de las aguas en manos de unos pocos”, destacó.
“El estudio “Actualización del Balance Hídrico Nacional”, hecho por la Universidad de Chile para la Dirección de Aguas (DGA) del Ministerio de Obras Públicas, se extendió por cinco años y analizó 174 cuencas hidrográficas a lo largo del país. En sus principales conclusiones advirtió una fuerte reducción del agua en el país para el período 2030-2060. Las precipitaciones podrían caer hasta 25% en la zona centro y hasta 40% en la zona sur, según sus estimaciones”.
Toda esta contradicción evidente entre la realidad y los objetivos capitalistas no sólo refleja la profundidad de la crisis, como la posibilidad cierta, que el descontento social vuelva a estallar y que ese estallido 2.0 pueda transformarse en un estallido muy parecido a una revuelta revolucionaria. Pero también nos habla que la crisis actual del capitalismo es diferente a todas las anteriores porque en esta, que se continuará y prolongará, se encuentra en peligro que nada menos la VIDA y no sólo la vida humana sino todas las formas de vidas.
Si la destrucción medioambiental continúa en Chile, y en el mundo, al ritmo de hoy no quedará lucha de clases que profundizar ni poder que disputar por cuanto ya no habrá vida que defender estando todos nosotros en bolsas negras plásticas. La profundidad de la crisis nos debe llevar a valorizar y entender que la única salida posible a esta crisis civilizatoria es una salida revolucionaria donde el conjunto y todo el capitalismo quede en el pasado y donde la defensa de todas las formas de vidas sea el centro de una nueva sociedad.
Por ahora, el movimiento social que se encuentra en un relativo reflujo en Chile, se tendrá que preparar para tomarse no sólo las calles sino todo Chile, comenzando el 8 de marzo con la Huelga Feminista Anti Patriarcal para levantar todas las demandas y consignas,desbordar al Convención Constitucional e instaurar una genuina Asamblea Constituyente, donde las consignas de ¡Que se vayan todos! ¡Fuera Piñera” tendrá que ser solamente el inicio. ¡LA TOMA DE CHILE, VA!