CHILE: LOS CAMINOS DEL PUEBLO Y SUS ENEMIGOS
Para bien y para mal, Chile ha sido tomado, en algunos momentos de su historia, como ejemplo.
Fue el triunfo de la Unidad Popular y de Salvador Allende lo que puso los ojos del mundo en Chile. Fue la primera vez que un presidente socialista-marxista llegaba a la presidencia por la vía legal respaldado por un programa democrático, popular y patriótico que pretendía llevar a cabo las más profundas transformaciones estructurales utilizando para ello los márgenes de la democracia burguesa y del capitalismo con la clara intención de superar ambas camisas de fuerzas. Fue acompañado también por una clase obrera unificada en la Central Única de Trabajadores cuya declaración de principios se declaraba anti imperialista y por una sociedad socialista.
El triunfo electoral, y el acceso al poder político, fue el fin de una etapa de acumulación de fuerzas de la clase obrera y del nacimiento de una nueva izquierda revolucionaria que como hija de la Revolución Cubana y de la lucha heroica de Viet Nam se levantaba como opuesta a la vía pacífica y abrazaba la lucha armada, la construcción del poder popular y una lectura revolucionaria del marxismo ajeno a muchos preceptos del marxismo emanado de la academia soviética ahora en manos del revisionismo. Este proceso novedoso también estuvo cruzado por la disputa de qué se entendía por socialismo donde la experiencia soviética se contraponía a lo planteado por Mao Tse Dung, por ese socialismo diferentes de Tito en Yugoslavia y por otra experiencia que como la albanesa se mostraba crítico a los otros.
Con todo fue una experiencia única hasta ese entonces donde la izquierda de la Unidad Popular cometió muchos errores en la elaboración de su concepción siendo quizás la principal el definir a las fuerzas armadas de “constitucionalistas y respetuosas de la legalidad” olvidándose que estas son en definitiva el brazo armado de la oligarquía defensoras de sus intereses como de los del imperialismo. Pensar que pudieran haber realizado la totalidad del programa sin el baño de sangre que después se llevó a cabo era a lo menos una ingenuidad.
Pensaron también que dentro de la burguesía era posible encontrar un sector que progresista y popular, que fuera a apoyar decididamente ese proceso transformador. La realidad fue demostrando lo contrario siendo la Democracia Cristiana uno de los principales actores organizadoras del golpe de estado y colaboradora de la dictadura. Los sectores proclives a la justicia social dentro de la DC quedaron rápidamente sometidos al sentimiento mayoritaria que abrazaba al programa de la reacción y del intervencionismo de EEUU.
Producido el golpe de estado quedó en claro lo que el Partido Comunista de Chile llamó el “vacío histórico” que se resumía en no haber contado con una política militar como parte de su estrategia y política. Sin duda el gobierno popular fue derrocado mientras la izquierda de la UP no tuvo capacidad alguna de oponer resistencia al golpe de estado que había sido anunciado con anticipación, y esos partidos de izquierda (de masas) lejos de salir a las calles y resistir se fondearon en sus hogares y sus dirigencias muchas de ellas buscaron asilo. Salvo algunos focos de resistencia de parte de algunos núcleos de los partidos de la UP (Arnoldo Camú, socialista) y la resistencia en La Moneda, la verdad es que el gobierno fue derrocado sin esa resistencia popular que también había sido proclamada por la nueva izquierda revolucionaria.
Visto hacia atrás se podría decir que ese “vacío histórico” del cual hablaba el PC de Chile no era sólo el no considerar una política militar sino, esencialmente, el que la clase obrera no contara con un partido revolucionaria, con una dirección revolucionaria ni con una estrategia revolucionaria de poder a sabiendas que la agudización de la lucha de clases era, hace ya rato, un hecho de la causa. La ausencia de estos tres elementos, constituye el verdadero vacío que llevó a que ese 11 de septiembre la resistencia popular estuviera ausente y que la dictadura militar-burguesa durara 17 años y que al final de esta la salida de ella haya sido una salida burguesa y no popular ni menos revolucionaria. Con todo, el golpe de estado echó por tierra la vía pacífica al socialismo, pero también la concepción que tuvo esa nueva izquierda revolucionaria al no estar, por diferentes razones, a la altura de lo que exigía la historia en ese preciso momento.
Queda en la imagen la actitud heroica de los combatientes en La Moneda encabezados por Salvador Allende, la actitud ética-moral de empuñar el fusil y resistir en forma armada contra el fascismo por quién creía en la vía pacífica. Queda también la imagen de la barbarie de una Moneda en llamas y de poblaciones bombardeada, ríos con cuerpos flotando, los estadios convertidos en campos de concentración, la desaparición de personas, las ejecuciones sumarias, los centros clandestinos de tortura y una burguesía en fiesta.
La instauración de la dictadura fue a la vez la instauración del neoliberalismo y fue esa política económica la que transformó a Chile en el nuevo ejemplo esta vez de la derecha internacional. El imperialismo al fin pudo tener a Chile como su centro de experimentación económica para exportar a otras latitudes el modelo económico más despiadado, criminal e inhumano cual es el neoliberalismo que es una forma de capitalismo extremo. Fueron las transnacionales las que se volcaron con todo al saqueo completo de este país, pero a la vez el neoliberalismo desarrolló una profunda lucha ideológica destinada a desprestigiar y enterrar todo vestigio de ideología revolucionaria de la izquierda chilena. Fue así como los partidos de la Unidad Popular dejaron de ser reformistas de izquierdas, para pasar a ser progresistas, socialdemócratas a lo cual llamaron “renovación socialista” y que encontraría a su primo-hermano años más tarde en la Tercer Vía (socialdemocracia). Renunciaron a la revolución y al socialismo y abrazaron el programa neoliberal de la derecha y denominaron a ese nuevo programa Concertación por la Democracia, Transición a la Democracia y Democracia de los Acuerdos. Llamaron al pueblo y a los trabajadores a sentarse en la misma mesa a negociar (mesas tripartitas), intervinieron el movimiento sindical y lo convirtieron en burocracias sindicales, en defensores del modelo. Impusieron la impunidad al terrorismo de estado y rescataron al tirando desde Londres, desde la justicia internacional. Chile era ahora un mal ejemplo para los pueblos pobres del mundo y un buen ejemplo para los centros de poder del imperialismo.
En este marco de transición donde se consolidó y perfeccionó el neoliberalismo heredado de la dictadura, la clase trabajadora quedó en peores condiciones que de lo que se encontraba antes de asumir Salvador Allende e incluso durante su gobierno. Todas las conquistas realizadas por la clase obrera fueron eliminadas durante la dictadura y jamás fueron recuperadas durante esta nueva democracia que bajo la constitución de Pinochet seguía gobernando las vidas de los trabajadores. Fue este cuadro el que el pueblo comenzó a rechazar al comenzar a identificar a la clase política como la causante de todos sus males a constatar los abusos de poder múltiples casos de corrupción. Aquello de la “igualdad ante la ley” quedaba ante los ojos de los pobres como un verso más dentro de una poesía dramática. Fueron tantos los golpes recibidos y tan pocos los golpes dados de vuelta que la rabia se acumuló y un buen octubre de 2019 el pueblo, el proletariado simplemente estalló.
Los anuncios del estallido social fueron muchos siendo el más constante de ellos la permanente alza de la abstención electoral rondando en ocasiones al 65% y una creciente oligarquización del parlamento y de la política. Los partidos políticos se desprestigiaron a niveles siderales y estos, los partidos, ayudaron a desprestigiar las centrales sindicales y las federaciones estudiantiles danto origen también a una burocracia estudiantil que de la mano de la burocracia sindical y de la clase política cumplieron, y cumplen, el rol de toponear todo avance y organización real del pueblo. Bajo un discurso de izquierdas esas burocracias no hacen más que prestar servicios a una clase dominante que pretende mantenerse en el poder hasta el fin de la humanidad que según algunos está próxima.
Si en la Unidad Popular la Vía Pacífica al Socialismo, y la concepción de lucha armada de ese entonces, quedaron obsoleta, hoy la Vía Electoral Burguesa como herramienta para conquistar mayores niveles de justicia social se encuentra hoy también invalidada. El pueblo no cree en los partidos políticos legales, electorales como tampoco cree en las instituciones del Estado como las herramientas y espacios para producir un mejoramiento sustancial y real de sus dramáticas condiciones de vidas y de miserias. Todas las vías y formas de luchas conocidas hasta ahora (vía pacífica al socialismo, vía armada de los 60s y 70s, y la vía pacífica electoral-burguesa) se encuentran obsoletas y sin asidero en el pueblo, pero aun así el estallido social sigue su curso, se volverá a producir, las masas volverán a las calles a barrer con todo y la pregunta sigue estando ahí sin que nadie haya tenido la voluntad política de responderla: ¿Cuál es la vía?
En un primer momento las masas levantaron la consigna que no eran 30 pesos sino 30 años. Los 30 años hace referencia a los 30 años de dominio del neoliberalismo (1990-2020) lo cual no considera los 17 años de la dictadura que fue donde se encubó el neoliberalismo y tampoco considera los casi 200 años que lleva el capitalismo en nuestra tierra y que es el causante de todos nuestros males históricos.
Pero las masas se movilizaron entorno a los 30 años como el causante de los males y con ello focalizaron su furia contra todo que simbolizara el poder absoluto, central y que tuviera algún origen en alguna riqueza ilícita o asociada a algún abuso. Farmacias, el metro, supermercados, malls, instituciones bancarias, los locales de las AFPs e Isapres fueron arrasados ya sea mediante el saqueo e incendio o mediante el apedreo. También las comisarías centros de represión fueron atacadas. Ese accionar desde el descontento hizo que la conciencia avanzara en la misma medida que la represión y terrorismo de estado avanzó dejando a centenares con daño ocular, cobrara muertes de personas desarmadas, abusara sexualmente de mujeres detenidas, dejara complemente ciegos a 2 personas, y pusiera tras las rejas a más de 5000 luchadores sociales y llevó a las masas a no sólo identificar a los 30 años en el problema sino también en el gobierno (¡Renuncia Piñera!) sino también en el Estado y por lo tanto en la constitución de 1980 cuyos autores son Pinochet y Ricardo Lagos. La exigencia de una Asamblea Constituyente apareció de entre medio de las barricadas y las aves de rapiña, los carroñeros de la clase política comenzaron a sobrevolar las masas enardecidas.
La factibilidad que el gobierno de Piñera cayera en mil pedazos y con este todo el andamiaje estatal era cierto sin embargo los partidos ex reformistas, hoy progresistas, salieron a su rescate. Le aprobaron todas las leyes durante el estallido social y pandemia, incluyendo aquellas de represión policial y de represión económica. Pero no sólo eso, sino que fueron capaces de firmar un acuerdo nacional de espaldas al pueblo, y en medio del terrorismo de estado, que convocó al plebiscito del 25 de octubre, 2020 (80% apruebo / 20% rechazo) y hoy esa misma clase política que ha abusado del pueblo durante estos 30 años y más quiere conducir a los alzados a la Convención Constituyente e imponer el gatopardismo nuevamente.
No dicen que ese pacto vulnera en su esencia la soberanía del pueblo al imponer 2/3 como quorum de aprobación, la imposibilidad de revisar o anular los tratados internacionales relacionados con la economía. Tampoco abrieron la boca cuando recientemente el gobierno de Piñera firmó un acuerdo de asistencia con la OCDE para que esta asesore a Chile en la redacción de su nueva constitución. Ahí el progresismo simplemente cayó en el mutismo más absoluto. En pocas palabras la vía institucional, legal, la transformación por dentro se encuentra y se muestra inutilizable por parte de las masas ya que esta misma legalidad, hecha a la medida de la clase dominante, no da espacios, no permite que esas transformaciones se lleven a cabo y que las masas populares entren como Pedro por su casa. Será más de lo mismo pero esta vez con la inclusión con leones sin dientes, de gatitos domesticados para dar algo de diversidad a un espectáculo que se sabe su final.
¿Qué hacer? ¿Es la Nueva Constitución la solución a nuestros problemas?
Habría que partir señalando que una nueva constitución, en rigor, sólo se da en una nueva sociedad, en una nueva democracia y en un nuevo Estado todos los cuales deben ser no capitalistas y no burgueses. Es ahí donde radica lo nuevo.
Dicho lo anterior, lo que habrá es otra constitución burguesa, dentro del mismo Estado Burgués, bajo el mismo capitalismo y bajo la misma clase dominante. Lo novedoso será algunos derechos que la clase dominante puede otorgar sin que por ello altere sus enormes cuotas de poder ni menos el modelo de dominación que tanto defiende esta.
Pero la convención aquella se instalará en el mes de abril, 2021, y a ella concurrirán moros y cristianos, víctimas y victimarios, asesinos y asesinados, progresistas y reaccionarios. Y la pregunta es ¿qué ocurrirá ahí?
Los sectores reaccionarios sin duda defenderán el modelo tal cual está.
Los progresistas levantarán discursos llenos de proclamas que al final tampoco podrán cumplir y los elementos esenciales del poder burgués quedarán intactos. ¿Cuáles son estos?
1. ¿Cambiarán el modelo capitalista de producción?
2. ¿Terminarán con el carácter extractivista y depredador del capitalismo en Chile?
3. ¿No reducirá drásticamente la pésima distribución del ingreso?
4. ¿Se nacionalizarán todos los recursos renovables y no renovables?
5. ¿Se pagará la Deuda Social y Deuda Climática?
6. ¿Se dejará de pagar la Deuda Externa de Chile?
7. ¿Se terminará con la dependencia neocolonial de Chile, con el intercambio desigual?
8. ¿Se terminará con la concentración de la riqueza, con los grandes grupos económicos?
9. ¿Se terminará con los tratados de libre comercio y se impondrá políticas de comercio justo?
10. Ante el desastre ecológico-medioambiental ¿se desarrollarán políticas de decrecimiento económico con la finalidad de revertir esta situación?
11. ¿Se les otorgará autonomía a los pueblos originarios y que lleve al dominio y control de la tierra ancestral que lleve a que las transnacionales y los latifundios hagan devolución del territorio invadido-usurpado?
12. ¿Se terminará con la doctrina de seguridad nacional y sus derivados dentro de las fuerzas armadas y de orden? ¿Se reemplazará el monopolio de las armas, de la fuerza, por la concepción de pueblo en armas?
13. ¿Se terminarán con los tratados de asistencia militar con EEUU?
14. ¿Se terminará por la política exterior de intervención en asuntos de otros países hermanos?
15. ¿Se terminará con el patriarcado en su conjunto?
16. ¿Se terminará con la prisión política dejando a todos los presos en libertad?
17. ¿Se anulará las Ley de Amnistía de 1978 y toda la legislación represiva anti popular y anti protesta?
El listado de exigencias y necesidades esenciales son interminables para que esa constitución sea realmente nueva. Sin duda estos elementos, estas preguntas quedarán sin responder y sin cambio en la convención constituyente y poco habrá cambiado al término de esta.
El movimiento social actual, para comprender lo que tiene y debe hacer, debe volver su vista hacia atrás en la historia. Comprender que el movimiento obrero logró un poder y una acumulación de fuerzas enorme desde la desconfianza, inicialmente, de las instituciones y legalidad burguesas. No renunció a la autonomía o independencia de clase. Avanzó en construir sus propias herramientas de luchas, sus propias federaciones obreras y plataformas desde su propia ideología. En gran parte de su historia siempre supo que de la burguesía y de su modelo de sociedad nada se podría esperar salvo más lucha y organización
Debe volver su vista hacia atrás y asumir que el vacío histórico, ese que plantea la inexistencia de un partido revolucionario, de una dirección revolucionaria y de una estrategia revolucionaria de poder, debe ser llenado y complementado con un programa democrático popular de transformaciones profundas de nuestra sociedad. Sin estos tres elementos bien constituidos, la incorporación del movimiento social al interior de la convención constituyente será en vano por cuanto no tendrá dónde afirmarse y serán los partidos progresistas, que son ya parte del sistema y modelo, las “únicas” tablas de salvación al interior de esa convención ya pactada y amarrada. Es por esta razón que el escenario natural, original y desde donde el pueblo, los trabajadores pueden y deben ejercer como lo que son, el soberano, es en la calle, las fábricas, los territorios, las comunidades.
Por ejemplo, ¿por qué no volver a crear cordones industriales, volver a tomarse las fábricas en la antesala que esa convención trucha discuta derechos laborales? ¿Por qué no son los sindicatos los que ejerciendo su propia autodeterminación no redactan ellos mismos el nuevo código laboral donde se encuentren como derechos la negociación por rama, pliego único nacional por rama y el control obrero?
El movimiento social que empujó el estallido social, la revuelta proletaria y que nació desde la autonomía y espontaneidad debe mantenerse al margen de la lucha interburguesa desde el interior del Estado y de sus instituciones y construirse desde fuera al igual que lo hicieron los primeros sindicatos y federaciones obreras de carácter alegales. Ya no es tiempo, ese tiempo ya pasó, para hipotecar el futuro de la clase y de los pueblos en los diferentes representantes de la clase dominante. Ya hemos tenido a muchos enemigos del pueblo que se ha vestido con nuestras consignas, ropajes y modos y en los cuales se les ha depositado la confianza para luego habernos traicionado una y mil veces. De engaños y traiciones el pueblo sabe de muchas. Es el momento de ser buenos alumnos y de analizar nuestra historia críticamente, como autocríticamente, para saber que lo que nos corresponde hacer no es más que construir nuestra propia herramienta revolucionaria, dotarnos de nuestra propia dirección política revolucionaria, trazar nuestra propia estrategia, levantar nuestro propio programa y desbordar todos la institucionalidad, toda la convención constituyente y lograr una nueva constitución, en una nueva sociedad, dentro de una nueva democracia y un nuevo Estado.