CHILE. LA UNIDAD MÁS AMPLIA DEL PROGRESISMO: UNA VIEJA TÁCTICA DE DOMINACIÓN
La vieja táctica de dividir la lucha política entre “izquierda” y “derecha” conceptos que no siempre dejan ver con claridad la lucha de clases y cómo estas se representan en cada uno de esos partidos ha dado paso a la táctica de defender la “democracia” como un valor supremo por parte de la “izquierda” ahora “progresista”. Claro está que los estrategas progresistas no dicen que la democracia a la cual hacen referencia es burguesa y dentro de los marcos del capitalismo y del Estado Burgués Opresor que actúa como guardián de los intereses oligárquicos y la explotación de las mayorías.
¿Por qué tendrían los trabajadores y los pueblos defender una democracia que no les pertenece, que no les protege en cambio que los hunde en mayores niveles de miseria?
Ante la aparición de las fuerzas de extrema reacción, el progresismo salta con su discurso gastado de la “unidad amplia del progresismo” para luchar por “más democracia” en contraposición de la ultraderecha. Ese discurso no es más que el peor de los chantajes emocionales basado en el terror y en el miedo que infunden con tal de, lograr el progresismo el poder y ser ellos los administradores “democráticos” de la explotación y de los látigos. La unidad más amplia del progresismo es la herramienta más efectiva para perpetuar la explotación por cuanto mediante su reformismo inconducente prolongan y validan la sociedad de clase, y la miseria.
¿Qué ha ocurrido en la historia reciente con la “unidad más amplia del progresismo?
Las diferencias políticas “fundamentales” entre las diferentes expresiones del progresismo lejos de ser de fondo son diferencias coyunturales que se disputan la repartija de los puestos en la administración pública, los recursos que de ahí se desprenden y la tan “necesaria” alternancia en el poder o la oportunidad que reclama cada una de estas expresiones para gobernar y mostrarse eficiente ante el “pueblo”.
Así, la historia política del progresismo es la historia del oportunismo, de las volteretas, de las traiciones y de la utilización de las demandas populares (populismo) para sus propios fines particulares.
Primer momento: La transición a la democracia y la elección de Patricio Aylwin
Si la oposición a la dictadura de Pinochet se constituyó en base a dos alianzas políticas, por un lado, la Alianza Democrática que agrupaba a la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Radical, el Partido a la Democracia que sería la antesala de la futura Concertación, y por otro, el Movimiento Democrático Popular que lo integraba el Partido Comunista, la otra fracción del Partido Socialista, el MIR y otros y que diera paso posteriormente a la formación del partido instrumental-electoral Partido Amplio de Izquierda Socialista, PAIS, entre ambos bloques los nexos y vasos comunicantes siempre existieron como también objetivos comunes.
La transición pactada a la democracia supuso la hegemonía de las fuerzas de la Alianza Democrática / Concertación y la exclusión en el gobierno y parlamento de las fuerzas de izquierda del MDP. Esto llevó a la permanente negociación y transacción entre la Concertación y la derecha fascista en función de perfeccionar y ahondar el neoliberalismo heredado de la dictadura de Pinochet. A pesar de ello, el Partido Comunista que desde 1990 hasta ahora siempre logró constituir alianzas electorales de izquierda siempre las utilizó para negociar su inclusión en un arco de alianzas más amplia con la Concertación.
Como la Concertación era la reina de la fiesta, de la democracia, y que lograba reunir la mayor cantidad de votos que le permitió gobernar con Aylwin Frei, Lagos y Bachelet 1 y 2, no le eran necesario los escuálidos votos de la izquierda pro PC. Aun así, el PC siempre se construyó desde la “oposición crítica” a esos gobiernos neoliberales, impulsó los pactos electorales por omisión hasta ser incluidos en el gobierno de la Nueva Mayoría de Bachelet.
El discurso detrás de esa política era la unidad más amplia del progresismo, de frenar que la derecha pinochetista llegara a La Moneda, reformar el neoliberalismo con gradualidad, etc. Esa política también es responsable de los 30 años que repudió el estallido social y esta izquierda encabezada por el Partido Comunista, y los demás partidos que lo acompañaron, son y fueron al final cómplices pasivos de la transición.
En esta etapa la “unidad más amplia del progresismo” fue la herramienta más útil para perpetuar, perfeccionar, y profundizar el neoliberalismo iniciado con la dictadura de Pinochet.
Segundo momento: Agotamiento de la Concertación y el progresismo de reemplazo.
El agotamiento de la Concertación como alianza política predilecta de los poderes oligárquicos económicos y de los intereses imperialistas, requirió de su renovación y revalidación, de la continuidad, del proyecto estratégico concertacionista pero con otro nombre de fantasía.
En ese contexto nace la Nueva Mayoría donde junto a los partidos de la ex Concertación se incorpora el Partido Comunista y otros partidos de izquierda excluidos del poder durante la transición. En pocas palabras los responsables activos de la transición (neoliberales) junto a los cómplices pasivos de la misma transición se unían y lograban esa unidad más amplia del progresismo para evitar que la derecha pinochetista llegara al poder y continuar ellos administrando el neoliberalismo.
Los mismos efectos sociales del perfeccionamiento del neoliberalismo de parte de ellos llevó a una mayor movilización de las masas, de los movimientos sociales que repercutió en la criminalización de la lucha social, de la aplicación de las políticas de seguridad nacional y de las estrategias contrainsurgentes como respuesta del Estado, de la clase política y de la clase dominante hacia las demandas populares. Ahí todos remaban en defensa de la Nueva Mayoría contra los intereses populares.
Lo anterior llevó a que las nuevas generaciones de este progresismo concertacionista y nuevomayoritario de desgajara y conformara una nueva alianza de reemplazo de ese antiguo progresismo ahora llamado Frente Amplio.
En este momento, la unidad más amplia del progresismo que se agotaba en su versión de “centro-izquierda”, la Concertación, dio paso a la otra versión de la unidad más amplia del progresismo ahora conocida como Nueva Mayoría que fue el último intento de la vieja Concertación de continuar en el mando del proceso democrático de seguridad nacional. Los efectos fueron desastrosos: se militarizó la Araucanía, se aplicó la Ley Anti Terrorista al Pueblo-Nación Mapuche, se violaron los derechos humanos, se enviaron más de 200 militares a la Escuela de las Américas, se permitió la corrupción y desfalco al interior de las fuerzas armadas, se prolongó la militarización de las policías, se entregó más espacios al capital transnacional, se desarrolló una política exterior en América Latina pro imperialista y mucho más.
Tercer momento: la “rebeldía insolente” del Frente Amplio
El Frente Amplio, al igual que Marco Enríquez-Ominami y su Partido Progresista en su momento, aparece con un discurso moralizador contra las malas prácticas de la Concertación y contra el modelo neoliberal culpando y condenando a la Concertación de todos los males de la sociedad por su complicidad con la derecha.
A poco andar, esas nuevas fuerzas frenteamplista pactaron con los neoliberales de la Concertación. Se integraron al gobierno en algunos ministerios bajo el primer gobierno de Bachelet, específicamente en el Ministerio de Educación, Giorgio Jackson, uno de los principales dirigentes fundadores del Frente Amplio, logra ser electo como diputado como candidato único de la Concertación y del Frente Amplio. El Partido Comunista logra entrar al parlamento gracias a su alianza con la ex concertación. Para ellos se rompe así la exclusión, la ley binominal electoral y Chile se hace “más democrático e inclusivo”. Había que evitar que la derecha pinochetista llegara a La Moneda y generar la unidad más amplia.
En este período, la unidad más amplia del progresismo en su versión del Frente Amplio / Apruebo Dignidad sirvió para sembrar la ilusión de la superación del progresismo de centro-izquierda (Concertación / Nueva Mayoría) para dar paso a la “izquierda progresista” cuya finalidad ha sido la revalidación del actual modelo de explotación.
Cuarto momento: un fantasma recorre Chile, es el fantasma del estallido social.
Toda la transición pactada entre la Concertación y la derecha, todas las convergencias entre la Concertación y la otra izquierda, las componendas por debajo de la mesa se fueron al tacho de la basura con la aparición indómita del pueblo que copó todas las avenidas principales del país, que ejerció la violencia popular y que culpó a los 30 años de neoliberalismo de todos sus males, miseria y explotación.
En ese estallido social uno de los blancos a denunciar y atacar por las masas fue precisamente la clase política que incluía tanto a la derecha pinochetista, a la ex Concertación, pero también a las fuerzas de izquierda que pactaron con la Concertación, históricamente, y que integraron el gobierno de la Nueva Mayoría para incluir también en ella a la naciente socialdemocracia de reemplazo, el Frente Amplio.
El desfonde de la Concertación y el fortalecimiento del Frente Amplio + Partido Comunista como opción político-electoral progresista llevó a que estos últimos profundizaran sus críticas hacia las antiguas fuerzas de la Concertación como una forma de diferenciarse para luego, y ante el avance de la derecha fascista, levantar nuevamente la unidad más amplia del progresismo, realizar las reformas con gradualidad y responsabilidad, y evitar que esta vez sea el fascismo, la derecha más radical la que llegue al gobierno.
La “nueva izquierda” del Frente Amplio + Partido Comunista ahora no tiene empacho y vergüenza de recurrir a las fuerzas neoliberales de la Concertación, responsable del estallido social, para lograr llegar al gobierno y producir ese cogobierno entre todas las fuerzas progresistas responsables del modelo actual de explotación.
Quinto momento: todos contra el fascismo.
La posibilidad cierta que Gabriel Boric, el nuevo Bachelet, no logre ser electo y sí José Antonio Kast, candidato de la derecha fascista, ha hecho que todas las “profundas diferencias” entre las diferentes expresiones del progresismo queden atrás y todos deben ahora remar hacia esa unidad más amplia, nuevamente, para evitar que Kast llegue al gobierno. El uso del terror y del miedo actúa como poderoso elemento de campaña y excusa perfecta para lograr esa unidad amplia, para revalidar el proyecto progresista ante las masas y poder así continuar administrando el mismo modelo de explotación que en el pasado, matices más y menos, se mostraron críticos y como sus opositores.
Este discurso no es creíble por cuanto ambas expresiones mayoritarias del progresismo nunca han roto entre si. Los vasos comunicantes, los nexos, las “amplias” coincidencias estratégicas siempre han estado presentes y siempre se ha producido una relación incestuosa entre ambas que en algunos momentos ha tenido rasgos de violencia intrafamiliar sin llegar necesariamente al divorcio definitivo o al odio parido. Un buen negocio es siempre un buen negocio y el mejor juicio siempre es una mejor negociación y un buen acuerdo. Siempre han pactado, siempre se han unido, y siempre se han mostrado dispuesto a defender los intereses de la clase dominante.
En este momento, la unidad más amplia del progresismo se plasma en que todas las facciones encontraron al fin al enemigo común que siendo su antagonista (fascista) puede acercar posiciones entre la centro-izquierda y la izquierda progresista para abrir una “nueva etapa” de la unidad más amplia del progresismo donde una nueva alianza puedan unir a todos los progres en sus diferentes versiones de progresistas neoliberales y pro capitalistas con la multiplicidad de matices que se pueden encontrar entre ellos pero todos alineados detrás de la democracia burguesa, del capitalismo y del Estado Oligárquico.
Sexto momento: desenmascarar al progresismo y construcción de una alternativa popular y revolucionaria
La derrota en la primera vuelta de Gabriel Boric hizo que este asumiera el discurso fascista del orden público, pero también que le lanzaran salvavidas de plomo que no le permitirá, quizás, el triunfo definitivo en la segunda vuelta, 19 de diciembre.
Los antiguos partidos repudiados y condenados por las masas de la Concertación (Democracia Cristiana, Socialista, Por la Democracia, Radicales) han corrido a dar todo el apoyo a Boric en la segunda vuelta, es decir, los mismos que la ciudadanía rechaza, los mismos contra los cuales el estallido social se alzó, ahora como un gran favor y gesto político le dan el apoyo al nuevo borrego de la clase dominante. Es un gran abrazo del oso. Pero no contento con aquello, el viejo jerarca de la Concertación, Ricardo Lagos, cuya firma lleva la actual constitución del 80 y que después de las reformas que él mismo realizó a dicha constitución declaraba que ahora esa constitución era plenamente democrática donde todos se podían sentir reflejados, corre también a apoyar a Boric. Lo “increíble” es que Boric acepta dichos apoyos gustosamente.
¿Acaso no fue la Concertación parte del problema social que aqueja a los trabajadores y pueblos? ¿Acaso eso no era lo que decían los frenteamplistas en sus inicios? ¿Acaso el estallido social no levantó la consigna de “que se vayan todos” donde incluía a la Concertación? Y ahora están todos juntos, revueltos, unidos en esa unidad más amplia del progresismo para este “nuevo ciclo político”.
Es momento que los pueblos, sus organizaciones sociales, los individuos pierdan la ingenuidad, despierten del engaño eterno de la unidad más amplia del progresismo y se den cuenta que la única vía posible para salir de las condiciones de miseria actual es que sean los mismos trabajadores y pueblos los que se construyan a si mismo, que construyan su propio camino y fuerza propia y que desde allí continúen y prolonguen la rebeldía contra el conjunto de la clase política, contra el partido del orden, contra la clase dominante, contra la oligarquía, contra el capitalismo y contra el Estado burgués. Confiar nuevamente en los “nuevos” progresistas es volver a confiar en los carceleros. La única diferencia entre el fascismo y el progresismo es que el fascismo quiere aplicar la pena de muerte con la horca y el progresismo con la inyección letal para proteger los derechos humanos del condenado.