CHILE: ¿UNA IZQUIERDA REFORMISTA Y REPUBLICANA?
A la clase política en su conjunto, entendiendo por ella a quienes han participado desde antaño en el parlamentarismo-electoralismo y que han tenido como su objetivo ocupar el aparato del Estado-gobierno, le gusta hacer gala de esos conceptos de la “relación cívica y republicana” entendiendo por ello el respeto entre los parlamentarios de izquierda y derecha que pueden “dialogar” y llegar a acuerdos más allá de “las diferencias legítimas” poniendo en el centro “no el interés partidario” sino “los intereses de Chile”.
Todo ese entramado discursivo cuando nace desde el parlamentarismo de izquierda dice relación con el colaboracionismo de clase, con el etapismo, con las reformas sucesivas, e interminables, al capitalismo y su sociedad de clases que al final de cuenta viene a perfeccionar el modelo impuesto por la clase dominante.
Pero si desmenuzamos los elementos discursivos señalados al principio, comprenderemos esa “relación cívica” no es más que el proceso de de domesticación desde los partidos burgueses hacia los partidos populares, que tempranamente se incorporaron a la ilusión parlamentarista, con la finalidad de que estos, los populares, aceptaran las reglas del juego democrático.
Que la eternización del “diálogo” no es más que una forma inteligente de prolongar la dominación y también una forma de ganar tiempo a favor de la clase dominante.
Que las “diferencias legítimas” esconde el reconocimiento y la legitimización de la explotación de una minoría por sobre la mayoría, y el reconocimiento implícito esa explotación como un derecho y el desconocimiento del derecho a la rebelión que le asiste a la mayoría explotada.
Que el no poner en el centro el “interés partidario”, cuando es asumido así desde los partidos populares, es al final de cuenta la renuncia a representar los intereses del proletariado, del o de los pueblos que dicen representar y hacer políticas de “Estado” que asumen como los “intereses de Chile” que son los intereses de la clase dominante
Pero quizás lo más preocupante es cuando la izquierda reformista asume en su discurso aquello del “espíritu republicano”.
Para entender esa aberración tenemos que asociar a ese “republicanismo” lo obrado por Diego Portales el cual es reconocido en forma transversal por todo el cuerpo parlamentario como el arquitecto del Estado de Chile como O´Higgins de la independencia y ambos figuras dictatoriales y autoritarias.
Ha sido el orden portaliano el que ha dominado la vida de Chile desde ese entonces hasta nuestros días donde la “estabilidad democrática”, el “orden público”, la “seguridad interior”, el Imperio de la ley a como de lugar sin importar los crímenes que se cometan para aquello y donde los pueblos no tienen ninguna incidencia en los destinos de la “nación” por cuanto ese orden portaliano supone también una democracia formal y no real.
Ese orden portaliano ha incursionado en toda una serie de crisis social (crisis del capitalismo) donde los de abajo han irrumpido con fuerza (rebeliones, levantamientos, y estallidos) siendo todas estas irrupciones aplastadas con la fuerza de las armas (25 matanzas a lo largo de la historia) para que, una vez recuperada la “calma” y el “orden”, es esa misma izquierda, cual borrego, vuelve al corazón de la institucionalidad, al parlamento, a participar nuevamente de ese “diálogo republicano” sobre la sangre derramada y así se ha pasado nuestra historia donde el régimen portaliano ha sido capaz de sortear las crisis, perfeccionarse (diferentes constituciones) y perpetuarse en el tiempo. La participación de la izquierda reformista en el parlamentarismo no ha hecho otra cosa que afianzar el régimen portaliano al cual se le denominado de diferentes formas pero con igual forma autoritaria. Lo ha legitimado.
En este contexto, cabe la pregunta si es que la nueva constitución burguesa será capaz de romper y terminar con la herencia del régimen portaliano, del Estado portaliano. Todo indica que eso no será posible, no se dará por cuanto implicaría que el Estado renunciaría a su carácter autoritario, dictatorial y que la clase dominante renunciaría al discurso que tanto le gusta del “orden público”, de la “estabilidad democrática”, del un “régimen duradero”, la aplicación “implacable de la ley”, etc. y eso es contra natura.
¿Cómo se puede combatir y terminar que ese orden portaliano? Solamente desde fuera de ese orden, desde fuera del Estado, alejado del parlamentarismo, alejado de ese “espíritu republicano” que no es más que la conciliación misma. Que el reformismo sea una expresión “republicana” será problema de ellos.
Los pueblos deben construir sus propios conceptos, su propio derecho, sus propios métodos y relaciones. Los pueblos se deben construir a si mismos desde su propia visión porque son diferentes a los otros, a los explotadores, y al ser así no pueden hacer suyo los conceptos, formas, métodos y discurso de quienes los explotan y oprimen. Somos diferentes a ellos y desde esta diferencia es que nos tenemos que construir.