CHILE. LA DERROTA DE LA SALIDA BURGUESA A LA CRISIS

CHILE. LA DERROTA DE LA SALIDA BURGUESA A LA CRISIS
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Antecedentes históricos previos

La exigencia de una constitución que se centre en los derechos y la democracia de los pueblos viene desde los inicios de la construcción del Estado a mediados del siglo XIX y que tuvo su expresión en la constitución o leyes federalistas. El golpe de estado por las fuerzas militares sediciosas derroca a Ramón Freire y se impone la dictadura de Diego Portales con la constitución de 1833.

La constitución de 1833 dura hasta la promulgación de la nueva constitución liberal de 1925. La del 33 dura nada menos que 92 años.

La constitución de 1925 es una constitución ilegítima ya que traiciona la exigencia de instalar una Asamblea Constituyente, exigencia de militares, trabajadores e intelectuales. Arturo Alessandri, presidente en ejercicio, no convoca a la asamblea constituye, redacta la constitución entre cuatro paredes y al final se impone. La constitución del 25 dura hasta el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Dura 48 años.

Con la constitución del 25 se instala lo que se conoce como Estado de Compromiso donde se impone la idea desarrollista, hacia dentro, y donde la diferencia entre los partidos burgueses y los partidos obreros es en cuanto al otorgamiento de sectores obreros a los beneficios del estado, la relación del Estado como estado interventor etc.

A corto andar, en la década del 30, los partidos obreros se incorporan al parlamento abandonan la lucha de clases y comienzan a abrazar la conciliación de clase, el parlamentarismo como principal forma de acumulación de fuerzas. A inicios de los años 30 se promulga el Código del Trabajo, se eliminan los sindicatos revolucionarios, las sociedades de resistencia etc y se imponen los sindicatos legales. Nace así el reformismo sindical que se une al  parlamentarismo.

Desde 1925 hasta 1973 se producen numerosas matanzas obreras, campesinas y urbanas, pero eso no lleva a los partidos obreros a abandonar el reformismo parlamentario y sindical por el contrario se mantienen dentro de la lucha política legal respetando la democracia burguesa y el Estado burgués.

El estado que se construye desde 1925 hasta 1973 es de carácter anti popular, anti obrero, anti campesino, oligárquico y basado en la democracia liberal.

El golpe de estado de 1973 echa por tierra ese estado y la dictadura militar-burguesa de Pinochet asume como una fuerza reaccionaria refundacional del Estado burgués. La refundación del estado por parte de la dictadura es la implantación de un Estado Subsidiario, neoliberal que abandona el desarrollo hacia dentro y decide su inserción en el comercio mundial, su incorporación a la globalización y al capital transnacional. Es favorable a los tratados de libre comercio, al extractivismo pero también este nuevo Estado es de carácter contrainsurgente y de seguridad nacional. La constitución de 1980 es eso.

La transición a la democracia iniciada con el Acuerdo Nacional de 1985 es el acuerdo de unidad nacional entre las dos facciones burguesas en pugna. Por un lado, aquellas fuerzas políticas que le dieron sustento a la dictadura militar-burguesa como aquella otra facción que se opuso a ella tardíamente. Ambas facciones se unieron contra el gobierno de Allende y gestaron el golpe de estado contra la Unidad Popular pero ahora en el contexto dictatorial mantenían contradicciones no antagónicas sino tácticas.

La transición pactada a la democracia fue el acuerdo interburgués cuyo objetivo era mantener la obra refundacional de la dictadura, perfeccionarla y prolongarla bajo la conducción del progresismo representado en la Concertación, es decir, la Concertación como expresión de una nueva derecha, una derecha progresista.

Los gobiernos concertacionistas de Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet 1 y 2, son expresiones de gobiernos neoliberales y de gobiernos contrainsurgentes. Si el terrorismo de estado fue necesario para implantar el neoliberalismo mediante el exterminio de los partidos obreros y revolucionarios, en democracia, la persecución contra el movimiento popular y revolucionario nacidos durante la dictadura era necesario para prolongar ese modelo neoliberal-contrainsurgente y con ello perfeccionar y validar la constitución de 1980 que ahora llevaba la firma de Ricardo Lagos, 2006.

Desde 1925 hasta el 2019, año del estallido social, la oligarquía, la clase dominante continúa aumentando la concentración de la riqueza y del poder. Aparece con mayor claridad la clase política civil, la clase política militar, el enemigo interno, etc mientras el pueblo y los trabajadores se encontraban cada vez más empobrecidos comparativamente.

El estallido social del 2019 es en definitiva la rebelión, contra ese estado subsidiario neoliberal y contrainsurgente. El Acuerdo Nacional del 15 de noviembre del 2019, en pleno estallido social, es la defensa de ese estado neoliberal contrainsurgente, con toda su implicancia. Es salvarlo del colapso. Y dentro de eso también se inscribe la instalación de la Convención Constitucional, la propuesta de nueva constitución y el plebiscito reciente del 4 de septiembre donde triunfa la Opción Rechazo con un 63%.

Por último, el progresismo trata de mostrar como un triunfo que la derecha pinochetista-fascista haya asumido la necesidad de tener un Estado Democrático Social de Derechos. Nada más falso.

Como se ha demostrado más arriba, históricamente tanto la derecha oligárquica como el reformismo de izquierda han estado de acuerdo en impulsar ambos la misma versión de Estado Burgués y defenderlo a como de lugar teniendo como argumento la defensa del Estado de Derecho, el respeto a la constitución y las leyes, el orden público, el combate al terrorismo y a la subversión como la construcción del enemigo interno. Tanto fascistas como reformistas de izquierda han defendido al Estado burgués sin importar si este estado sea subsidiario, neoliberal, contrainsurgente, de compromiso, o social de derechos. Ambos sectores defienden en definitiva el estado de la clase dominante en el poder. Eso es históricamente comprobable. Es innegable. Por lo tanto, que la derecha pinochetista hoy asuma el estado social de derecho no es ninguna novedad más aún si ese mismo estado social de derechos puede subsistir bajo o con una economía neoliberal.

Antecedentes históricos-electorales.

Miguel Enríquez definía la lucha de clases como “una guerra encubierta” donde la “reacción pretende hacerla estallar”. También Miguel decía que las elecciones solamente plantean los problemas, pero no los solucionan. Con todo, las elecciones son una fotografía de la correlación de fuerzas y del grado de conciencia política de las masas o del pueblo organizado o movilizado.

Elección presidencial del 4 de septiembre de 1970

Candidato

Alianza PolítIca

Votos obtenidos

Porcentaje

Salvador Allende

Unidad Popular, izquierda

1.075.616

36,63%

Jorge Alessandri

Derecha oligárquica

1.036.278

35,29%

Radomiro Tomic

Democracia Cristiana

824.848

28,08%

Total Universo Electoral

 

3.539.747

100%

El golpe de estado contra Allende se da con la alianza entre la derecha oligárquica, Jorge Alessandri, con la Democracia Cristiana, de Radomiro Tomic. Sumados ambos sectores políticos fue 63,37%. Equivalente a 2/3 del electorado o del apoyo político contra 1/3 que era el apoyo de la Unidad Popular.

Las elecciones presidenciales del Progresismo

La Concertación es la unión entre la Democracia Cristiana y los antiguos partidos de izquierda que conformaron la Unidad Popular contra la antigua derecha oligárquica ahora “pinochetista”, neoliberal y ambas contrainsurgente. La Concertación obtuvo los siguientes triunfos electorales-presidenciales. La Concertación represente los 2/3 (democracia cristiana + socialdemocracia o ex partidos de la unidad popular)

La Nueva Mayoría es una alianza política entre los partidos de la ex Concertación + el Partido Comunista + Izquierda Cristiana + MAS. Representa los casi 2/3 del electorado.

Apruebo Dignidad es la alianza política entre el Frente Amplio + Partido Comunista (Chile Digno) a los cual se sumaron los partidos socialdemócratas de la ex Concertación, (socialismo democrático integrado por el Partido Socialista, Por la Democracia y Radical). También representó a los casi 2/3 del electorado. 

Candidato

Alianza Política

Votos obtenidos

Porcentaje

Derecha Pinochetista

Patricio Aylwin

Concertación 1990-1994

3.850.571

55,17%

44,83%

Eduardo Frei

Concertación 1994-2000

4 040 497

57,98%

30,59%

Ricardo Lagos

Concertación 2000-2006

3 683 158

51,31%

48,69%

Michelle Bachelet

Concertación 2006-2010

3 723 019

53,50%

46,5%

Michelle Bachelet.

Nueva Mayoría 2014-2018

3.468.389

62,16%

37,38%

Gabriel Boric

Apruebo Dignidad + Socialismo Democrático

4.620.890

55,87%

44,13%

En estas 6 elecciones presidenciales el progresismo triunfa porque logra unir a los 2/3 históricos del mapa político, vale decir, a los partidos de centro y de la izquierda quedando la derecha pinochetista con promedio 42,02%. El promedio electoral presidencial del progresismo es de 55,99%.

Si consideramos que la elección de Gabriel Boric obtuvo en la primera vuelta presidencial 25,83% y el candidato de la derecha pinochetista José Antonio Kast el 27,91%, Boric logra triunfar en la segunda vuelta sumando los votos de la ex Concertación lo cual logra triunfar con el 55,87% contra el 44,13% de José Antonio Kast. Boric se mantiene en el promedio histórico del progresismo desde 1990.

Lo anterior es importante tenerlo en cuenta cuando se analiza los resultados del reciente plebiscito constitucional del 4 de septiembre donde la opción triunfante Rechazo obtiene 63% y la opción Apruebo 37%. Esto fue posible porque el apoyo ciudadano al gobierno de Boric baja desde el 55% al 37% perdiendo 18% de apoyo. Este 18% de la concertación, de la centro-izquierda se suma al 44% obtenido por Kast en la elección presidencial lo cual sumado da el 63% obtenido. La opción Rechazo logra triunfar porque los 2/3 entre la derecha pinochetista y el centro político se unen dejando a la opción Apruebo con un 37% similar al apoyo político-electoral con el cual Allende triunfó en 1970.

Es curioso cómo los sectores políticos (centro, izquierda y derecha) de 1970 se mantienen hasta el día de hoy y se reflejaron más o menos nítidamente en el plebiscito del 4 de septiembre. ¿tendrá que ver esto con la composición de clase similar e invariable sustancialmente desde 1970 y hoy? ¿será la misma composición o muy similar? ¿tendrá que ver con la consolidación político-ideológica de los tres sectores políticos históricos donde los sectores históricos burgueses (centro y derecha) siguen siendo predominantes y donde el antiguo reformismo, hoy progresismo, sigue con el mismo apoyo político-electoral de antaño con la diferencia en que programáticamente ya no es anti capitalista y anti imperialista sino procapitalista, neoliberal y entusiasta globalizador?

La democracia de los consensos y en la medida de lo posible impuesta desde 1990 hasta hoy en el progresismo ha hecho que esa izquierda progresista haya renunciado a sus elementos programáticos-ideológicos históricos lo cual la ha hecho similar o igual a lo planteado por la democracia cristiana, y que haya pasado a ser parte de la clase política ante los ojos de las masas. Esa izquierda se ha vuelto irrelevante y lo que se ha traducido en la volatilidad del voto ciudadano. Da lo mismo votar por uno y por otro y esto dice relación con la rápida pérdida de las bases de apoyo del progresismo junto con el proceso de oligarquización de la política en cada uno de los gobiernos progresistas. 

También resulta curioso como este progresismo, cuando ha perdido las elecciones, las interpreta como consecuencia de una baja politización de las masas, a la ignorancia política de la misma quedando ausente una profunda autocrítica desechando con ello cualquier responsabilidad política en el fracaso electoral. Otro elemento que el progresismo esgrime para fundamentar su derrota son los cuantiosos recursos económicos con los cuales históricamente ha contado la derecha pinochetista pero en este plano el progresismo oculta el financiamiento que también históricamente ha recibido el progresismo de los grandes grupos económicos como Luksic, Angelini, Cueto, SQM, Penta, George Soros o del mismísimo Rockerfeller. Argumento inválido.

Con todos estos argumentos, y con los que siguen, constituye un grave error por parte de la izquierda radical, rupturista o revolucionaria (extraparlamentaria) de interpretar el triunfo de la opción Rechazo en el reciente plebiscito como un “retroceso en la conciencia política de las masas” al “haber optado las masas por la opción de la derecha fascista”. Grave error. ¿Por qué?

Porque al interpretarlo como un retroceso, esto querría decir que si hubiese triunfado la Opción Apruebo, entonces, hubiese sido un avance en el desarrollo de la conciencia política lo cual no es cierto ya que hemos demostrado que los partidos socialdemócratas en su conjunto que apoyaron la Opción Apruebo han tenido un compromiso profundísimo con el sistema capitalista-neoliberal, con la defensa del Estado contrainsurgente y un profundo compromiso con la globalización imperialista al igual que la derecha pinochetista o fascista. Por lo tanto, tanto el triunfo de la opción Rechazo como el triunfo de la opción Apruebo, si este hubiese sido el caso, hubiesen sido igualmente nefasto porque representan ambas opciones variantes de las opciones políticas de la clase dominante.

En tal sentido, resulta igualmente nefasto que algunas organizaciones políticas y de trabajadores ligadas a la izquierda revolucionaria o radical hayan optado por sumarse a la campaña de la Opción Aprueba teniendo como argumento la propia debilidad o inexistencia de la izquierda revolucionaria. Constituye un grave error porque la opción apruebo o rechazo, y todo este proceso constitucional son un derivado del Acuerdo Nacional del 15 de noviembre del 2019, lo cual es la ejecución de la salida burguesa a la crisis y no es deber de los sectores revolucionarios acoplarse a las salidas burgueses sino precisamente avanzar en la construcción de la salida proletaria a la crisis.

Introducción

No hay plazo que no se cumpla ni resultado electoral que no se sepa.

Y llegó el Día D para un nuevo evento dentro de la larga crisis político-social chilena. Todas las facciones burguesas, desde el interior del bloque de poder dominante, se jugaban el todo por el todo. Ambos sectores, Apruebo y Rechazo, se jugaban la hegemonía política al interior del bloque y en este período denominado por ellos mismos como “transicional”. Sin embargo, ni el sector triunfante, Rechazo (61,86%, 7.882.958 votos) y Apruebo (38,14% 4,860.093 votos sumando entre ambos 12.743.051 votos/electores) pueden cantar victoria a pesar de la victoria circunstancial.

Para comprender lo que ocurre hoy, septiembre del 2022, debemos volver la vista hacia nuestro pasado histórico.

La transición hacia la democracia desde la dictadura militar-burguesa (Pinochet) comenzó cuando tanto la oposición burguesa a la dictadura, los partidos pinochetistas y la dictadura misma se sentaron para acordar un calendario político para la “normalización democrática” y el fin de la dictadura. Este proceso fue digitado por la Casa Blanca desde la Iglesia Católica como mediador. Todo para dar un nuevo impulso y provocar la revalidación democrática del neoliberalismo impuesto bajo la dictadura pero que requería del ejercicio de la democracia protegida o de contrainsurgencia para pasar a una nueva etapa de ese neoliberalismo esta vez hacia la inserción en la globalización imperialista con las sucesivas firmas de los casi 60, o más, tratados de libre comercio y la apertura plena de Chile al capital transnacional. Ese primer Acuerdo Nacional se firmó entre todos los partidos (pro y anti dictadura) el 25 de agosto de 1985.

Este acuerdo nacional se da también en medio de las protestas contra la dictadura, del ejercicio de la violencia popular, de la lucha armada ejercida por los movimientos armados y la aplicación del terrorismo de estado, masivas violaciones a los derechos humanos todas las cuales quedaron en la impunidad punto esencial de la transición pactada que aseguro esa impunidad para el alto mando y para Pinochet y su ex junta militar.

Este acuerdo nacional tuvo como objetivo mantener lo esencial de la dictadura, el neoliberalismo, su constitución contrainsurgente, la concepción de democracia protegida, el Estado Subsidiario, el festín de los tratados de libre comercio donde la Concertación, el progresismo de primera generación, se acomodó y le quedó gustando el modelo de sociedad autoritario-dictatorial impuesto por Pinochet. Los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, y posteriormente los dos gobiernos de Piñera, fue la prolongación de la “obra” de la dictadura, de su perfeccionamiento y consolidación no tan sólo de la Constitución del 80 y del modelo económico sino de su carácter contrainsurgente. Fue precisamente Ricardo Lagos que bajo su gobierno realiza las últimas reformas a la Constitución del 80, después de la cual Lagos define a esa constitución con reformas incluida como una constitución democrática y de todos. La Constitución del 80 dejó de llevar la firma de Pinochet y desde ahí en adelante lleva la firma de Ricardo Lagos. Pasó a ser la Constitución Pinochet-Lagos.

Desde 1990 hasta el 2019 (año del estallido social) tanto la derecha pinochetista como la derecha concertacionista se dedicaron a hacer buenos negocios y a pavonearse alrededor del mundo como una transición ejemplar y un neoliberalismo exportable a otras naciones. Ni los pinochetistas ni la concertación durante esos 30 años jamás pensaron en derrumbar el neoliberalismo, jamás se plantearon eliminar la constitución del 80 ni menos pensaron pronunciar aquello de Estado Democrático y Social de Derechos. Ni los socialcristianos ni socialdemócratas, ni liberales ni conservadores todos estaban felices administrando la obra del dictador en un contexto de una democracia protegida. Pero se olvidaron de lo esencial: la lucha de clases existe no es una invención y tarde o temprano pasa la cuenta y hay que pagarla.

A corto andar la transición, el pueblo se dio cuenta del contenido de continuidad que tendría esta larga transición donde nada sustancial iba a cambiar, que se instalaba el gatopardismo transicional, y que la concentración de la riqueza y del poder comenzaba a aumentar rápidamente al mismo tiempo que los sueldos y condiciones de vida se mantendrían miserables. El repudio hacia la clase política y hacia la democracia (protegida) comenzó a crecer como la espuma. La desafección incrementó radicalmente hasta llegar hasta hoy donde la confianza política hacia los partidos alcanza a un escuálido y vergonzoso 5% es decir acumulan 95% de rechazo.

Fue a partir del 2006 donde comienzan las protestas masivas partiendo ese año las protestas estudiantiles contra el lucro en educación uno de los pilares del neoliberalismo alcanzando una mayor masividad el 2011 que sería el preludio de lo que sería el estallido social del 2019. El neoliberalismo comenzaba a perder legitimidad en el pueblo debido a las pésimas condiciones de vida del común, de un alto endeudamiento individual, de las profundas condiciones de injusticia social, de sueldos y pensiones miserables por debajo de la línea de la pobreza, de graves abusos de los poderes económicos tanto de la clase política civil, de la clase política empresarial, de las fuerzas armadas y de los múltiples abusos sexuales de la Iglesia Católica que quedaban siempre impunes.

Octubre del 2019, marca el comienzo del estallido social, el fin del neoliberalismo y el fin de la transición a la democracia protegida iniciada en 1985. La transición pactada se caía a pedazos y con ello corrió riesgo de caer el conjunto del Estado y sus instituciones. No sólo el estallido se llevó a cabo masivamente en la capital, Santiago, sino a lo largo y ancho del país donde la violencia popular fue extendida a todo el territorio nacional como también la fue las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, el terrorismo de estado en forma muy parecida de cómo se violaron durante la dictadura de Pinochet. Chile se llenó de asambleas territoriales que comenzaron a ejercer su soberanía y deliberación sobrepasando a la clase política en el monopolio del ejercicio de la política. El pueblo recuperó la deliberación y la política desde y para sí mismo y el gobierno de Piñera contaba las horas para colapsar y con ello la clase política misma y el Estado, como también el neoliberalismo con todos sus pilares que lo sustentan. Fue en ese contexto que se produce una segunda traición por parte de todos los partidos burgueses de derechas, centro e izquierda. Como el Ave Fénix, esa clase política firma el Acuerdo Nacional por la Paz y la Nueva Constitución en la sede de ese parlamento altamente repudiado y desprestigiado, mal oliente. Fue el 15 de noviembre del 2019 la firma de ese acuerdo bajo las mismas lógicas y discurso, que, en 1985, con la misma lírica de la Unidad Nacional, del Nuevo Pacto Social también para revalidar la democracia burguesa y capitalismo, lograr la impunidad y perpetuación de la clase dominante como en los años de la dictadura en 1985. Se iniciaba la Segunda Transición hacia la Democracia.

Si el pueblo movilizado ampliamente durante el estallido se batía contra el neoliberalismo y contra sus pilares, la clase política desde ese acuerdo nacional por la paz introduce la redacción de la una nueva constitución como principal demanda la cual no estaba en las peticiones del pueblo movilizado. Es la clase política la que reemplaza el derrumbe del neoliberalismo por una nueva constitución. Logra desmovilizar al pueblo, dividirlo y entretenerlo en la instalación de una Convención Constitucional negando así la instalación de una Asamblea Constituyente Genuina y Autoconvocada y la clase política logra recuperar para sí misma el monopolio de la política y la conducción de un proceso que lo no le pertenecía y que era precisamente contra ella misma. El pueblo dejó de ser protagonista y le asignaron nuevamente su condición de comparsa, de invitado, un actor secundario, obediente, no deliberante, y detrás de la clase política. El pueblo pasaba a ser nuevamente el simple ejecutor de las decisiones de la clase política a cargo.

El 25 de octubre del 2020, en medio del estallido social y en medio de la pandemia-cuarentena se lleva a cabo el plebiscito de entrada donde se le pregunta al pueblo si quiere o no una nueva constitución. En esas circunstancias concurren a votar 7.573.914 votantes de un padrón electoral de algo más de 15.000.000. En ese plebiscito el 80% votó a favor de redactar una nueva constitución y un 20% votó en contra. Y aquí ocurre el primer error de interpretación.

El progresismo de segunda generación (Apruebo Dignidad, Frente Amplio) interpreta ese 80% obtenido como el triunfo de la izquierda cuando en ese 80% concurrieron sectores de centro, izquierda como de derecha. Pero, ¿qué representaba, desde el punto de vista de clase, ese 80 y 20%?

Podríamos decir que ese 20% en contra de redactar una nueva constitución era la más clara representación electoral de la oligarquía, de los poderes económicos, de los más ricos de la sociedad chilena, mientras el 80% que votó a favor representaba a la clase trabajadora con una amplia diversidad salarial y de una amplia diversidad política, pero clase trabajadora al fin y en ella las capas medias, los pequeños empresarios todos los cuales son al final de cuenta víctimas del mismo neoliberalismo y de la explotación que ejercen los poderes económicos al conjunto de la gente común y corriente. Sin embargo, en ese plebiscito de entrada no concurrieron a votar el otro 50% de los electores que en su gran mayoría era la otra parte de la clase trabajadora que se negaba a entrar en la fiesta constitucional impuesta por la clase política.

A fines del 2021, se realiza la elección presidencial. En la 1º Vuelta, el candidato mayoritario del progresismo, Gabriel Boric alcanza 25,83% (= 1.814.809 votos) contra el candidato de la ultraderecha que lo sobrepasa, José Antonio Kast, obteniendo 27,91% (= 1.961.122 votos). En la 2º Vuelta presidencial, Boric resulta ganador con 55.87% (= 4.620.890 votos) y Kast obtiene (44.13% = 3.650.088 votos). El progresismo de segunda generación, el progresismo de reemplazo, Apruebo Dignidad, Frente Amplio y el Partido Comunista desplazaban a la Concertación y una nueva elite socialdemócrata llegaba al gobierno.

El itinerario de redacción de una nueva constitución exigió la instalación de la Convención Constitucional. Si el 15 de noviembre del 2019 se firmó el Acuerdo Nacional posteriormente se firmó la Ley 21.200 que era el marco regulador para la elección de esa convención y donde también se establecía la normativa dentro de la cual debía funcionar esa convención. La ley 21.200 impuso el quorum de 2/3 para obligar la promulgación de cada uno de los articulados redactados para la nueva constitución obligando y forzando el acuerdo político, el poder de veto y de chantaje político por parte de la minoría al interior de ella. Pero también, la Ley 21.200 prohibió tocar, eliminar o poner en duda el conjunto de los tratados de libre comercio ya firmados (60) y por lo tanto prohibió poner en duda la inserción de Chile en la globalización imperialista, su dependencia al capital transnacional. Por ende, se prohibió de ante mano que la Convención cambiara o reformara lo esencial: el modelo económico, se le prohibió eliminar el pilar fundamental del neoliberalismo: los TLCs.

Así, los contenidos de la propuesta de nueva constitución se centraron en la agenda valórica progresista donde la clase trabajadora es invisibilizada y reemplazada por las minorías sexuales, y por una concepción burguesa de feminismo. Son mínimos los derechos a los trabajadores que se establecen para los trabajadores, donde no se pone en duda la esencia del actual Código del Trabajo, uno de los pilares del neoliberalismo, pero si las minorías adquieren gran importancia. Se invisibiliza así la lucha de clases, la concentración del poder y se lo reemplaza por la “distribución del poder”, en una forma “novedosa” de administrar el poder y manteniendo la concentración del poder en las mismas manos de siempre.

A los pueblos originarios se les niega el ejercicio de la autodeterminación de los pueblos y se les imponer la libre determinación de los pueblos y la plurinacionalidad en un contexto de economía neoliberal validando esto los escaños reservados para los pueblos originarios al interior de la convención lo que simplemente la incorporación de la burocracia y reformismo indígena al proceso de validación del sistema y salida burguesa a la crisis.

Mientras eso sucedía, mientras la Convención redactaba la propuesta constitucional, asumía Gabriel Boric la presidencia de la república con un 55.87% de apoyo. A corto andar, y mientras Boric renunciaba a los elementos esenciales de su programa inicial acercándose cada vez más al centro y a la ex Concertación, el apoyo de Boric cae drásticamente llegando a un 37%. Comienza a perder parte de sus bases de apoyo, pierde 18% de apoyo.

A la vez, impone el Estado de Excepción sucesivamente en la Araucanía, asume el discurso antidelincuencial de la derecha, de la lucha anti terrorista, del respeto al Estado de derecho y de orden público en medio de una creciente inflación se niega a ayudar efectiva y sustancialmente a los hogares de los trabajadores asumiendo también el discurso neoliberal en cuanto a valorar la responsabilidad fiscal como centro de su política económica, responsabilidad fiscal que fue incorporada en la propuesta constitucional redactada por la Convención. Días antes del plebiscito para aprobar o rechazar la propuesta constitucional, es detenido Héctor Llaitul principal dirigente del movimiento de liberación nacional y revolucionario mapuche y en días siguientes su hijo, Ernesto Llaitul y otros tres comuneros mapuche esto como forma de congraciarse con la derecha empresarial que exigía mano dura contra la ofensiva mapuche de recuperación de su territorio en la Araucanía.

Así, se llega al 4 de septiembre del 2022, al plebiscito de salida para aprobar o rechazar la propuesta constitucional redactada por la Convención Constitucional.

Se levantan mayoritariamente dos opciones: Apruebo / Rechazo.

La Opción Apruebo es sustentada por la alianza de gobierno de Boric, Apruebo Dignidad y parte del ex Concertación (Socialismo Democrático). La Opción Rechazo se sustentó en las fuerzas de la derecha pinochetista más un sector importante de la centro-izquierda, de la ex Concertación. El progresismo entonces se presenta dividido en este plebiscito.

Con el voto obligatorio, concurren a votar 13.016.943 votantes. La Opción Apruebo alcanza 4,8 millones de votos equivalente al 38% de los votos mientras que la Opción Rechazo alcanzó 7,8 millones de votos equivalente al casi 63%. 3 millones de votos de diferencia.

Si Boric obtuvo en la segunda vuelta presidencial 4.621.231 votos, entonces la Opción Apruebo aumentó solamente 200.000 votos. Si la Opción Apruebo obtuvo el 38% de los votos, y si Boric obtuvo el 55% al ser electo presidente, bajó entonces casi 18% en sus bases de apoyo que al parecer serían provenientes de la ex Concertación. Si José Antonio Kast, el candidato presidencial de ultraderecha, obtuvo el 2021 el 45%, y la Opción Rechazo obtuvo el 63% aproximadamente, entonces, la ultraderecha-derecha aumentó en un 18%, y ese 18% aumentado es de la centro-izquierda proveniente de la ex Concertación y es ahí el trasvasije, el triunfo de la Opción Rechazo.

Rechazada la propuesta constitucional, Boric y su progresismo de segunda generación, termina por abrazar a la derecha y defiende los intereses de la clase dominante. Levanta como antaño el discurso de la Unidad Nacional (unidad de la clase dominante). Levanta la idea de una nueva transición política dentro del sistema capitalista-neoliberal. Levanta la defensa de la democracia burguesa e invita a los partidos políticos, a la clase política rechazada y repudiada por el 95% de la población a llegar a un gran acuerdo, a retomar la conducción política y a continuar con la usurpación de la deliberación y soberanía, de la democracia de los pueblos y centrar la discusión política al interior de las instituciones del Estado burgués. No llama al pueblo organizado, a los movimientos sociales, sindicales e indígena a retomar la iniciativa y protagonismo político. Lo ningunea, los sepulta.

La solución que ofrecerá Boric será un cambio de gabinete, cambio de ministro, es decir, ofrece la solución clásica.

En cualquier otro país con una democracia más sólida y clara, aun cuando sea burguesa, la derrota estrepitosa del gobierno en el plebiscito llevaría a la convocatoria a nuevas elecciones presidenciales, parlamentarias, a la elección de una verdadera Asamblea Constituyente, a la formación de un Gobierno Provisional por cuanto la crisis sobrepasa su carácter político y se ha demostrado como crisis estructural, completa. Pero eso no ocurrirá. Boric ofrece una puesta en escena, un cambio ministerial y donde el hilo se corta por lo más delgado, cambio del ministro. Se produce así la oligarquización de la democracia, aún más, y se fortalece la oligarquización de la política. Es la ejecución de la “nueva” concepción de la democracia: Para el pueblo, desde el pueblo, pero sin el pueblo.

Si el estallido social iniciado el 19 octubre del 2019 se consideró como el inicio del término del gobierno de Piñera, el plebiscito del 4 de septiembre (2022) es también el inicio del término del gobierno de Boric iniciado en marzo del 2022. Este sería el gobierno más corto de la historia de Chile que más allá que termine formalmente en 3 años más, y un poco más, serán tres años de administración de un gobierno fantasma, zombie que administrará la derrota, que lamerá su herida mortal hasta la entrega del gobierno. De ahí la convocatoria a nuevas elecciones por lo menos eso sería lo pensable dentro de la lógica demoburguesa. Boric tuvo su propio estallido en su versión electoral.

Pero, ¿cuál es la crisis? ¿cuáles podrían ser sus características?

Primero. Crisis del capitalismo y de la democracia burguesa.

La crisis actual del proyecto social de la burguesía es una crisis diferente a todas las anteriores. Si tomamos como ejemplo la Crisis Asiática esta tuvo efectos económicos en la economía chilena y las autoridades de la época aplicaron medidas económicas para atenuar los efectos y cuestión parcialmente solucionado.  Pero la crisis actual por la cual atraviesa Chile es de carácter multidimensional y simultánea, esto quiere decir que afecta a una multiplicidad de áreas y todas entran en crisis al mismo tiempo no pudiendo aplazar ninguna de estas expresiones de crisis sectoriales por cuanto son todas urgentes de ser solucionadas y ninguna puede ser aplazada. Es una crisis estructural profunda.

Ante es dimensión de la crisis, el bloque de poder dominante se ha mostrado incapaz de atacar la crisis en todos los frentes necesarios provocando el estallido social que conocimos el 2019. Todas las demandas estallaron a la vez y la única respuesta que tuvo a la mano el bloque de poder dominante fue la represión, el terrorismo y el genocidio como forma de aplacar y aplazar la protesta a la crisis a lo cual ayudó poderosamente la cuarentena-pandemia como herramienta de desmovilización y represión de las masas para lograr así imponer la salida burguesa teniendo en la redacción de la nueva constitución su máxima apuesta de la estrategia burguesa para revalidar la democracia burguesa y el capitalismo-neoliberal.

Crisis Multidimensional y Simultánea del Proyecto Burgués

¿cuáles son las áreas de esta crisis?

Plano Político

Alto desprestigio de las instituciones políticas del Estado como el congreso, la presidencia y donde la clase política goza de una amplio y profundo repudio. Están desacreditadas. La democracia burguesa no existe en la vida diaria de los trabajadores y pobladores. ¡Que se vayan todos!

Plano Ideológico

La ideología dominante se presenta ante las nuevas generaciones como conservadora, gastada y poco creíble. Es del siglo pasado y no de este. Las nuevas generaciones son más creativas ideológicamente, más libertarias y más críticas. La ideología dominante fácilmente cae en lo obsoleto ante cuestiones diarias.

Plano Económico

No importa cuantos acuerdos nacionales se firmen ni cuantas constituciones se redacten, la concentración de la riqueza sigue aumentando en la misma medida que aumenta la miseria de los trabajadores y pueblos. Con ello queda más al descubierto los permanentes abusos del poder económico, sus infinitos privilegios y su impunidad. Para el pueblo es cada vez más notorio que la aplicación de la ley penal es sólo para los pobres no para los ricos.

A esto se suma la crisis económica propia del capitalismo (cíclico) inflación, carestía, el sueldo no alcanza y aumento del endeudamiento de los trabajadores. La vida se hace invivible. El rico cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre.

Plano Jurídico

La justicia es una justicia de clase, la aplicación de cualquier ley va en esa misma dirección y la constitución también lo es. La justicia es ciega, sorda y muda ante las masas y eficiente ante las necesidades oligárquicas.

Plano Ecológico

El neoliberalismo se ha mostrado como extractivista y depredador, destructor del medio ambiente, impulsor del saqueo de la mano del capital transnacional. Cerca del 50% del país se encuentra en emergencia hídrica, dependen las comunidades de los camiones aljibes. El cambio climático ha afectado a Chile mayormente.

Plano Autonómico

La lucha de recuperación territorial (de liberación nacional) por parte del Pueblo-Nación Mapuche ha puesto en graves problemas al estado colonial, al imperialismo y sus intereses, y a la oligarquía. La Autodeterminación del Pueblo Mapuche y la recuperación del Wallmapu sólo tiene una vía de solución: su otorgamiento, su conquista. En este sentido la plurinacionalidad, la multiculturalidad, los escaños reservados son claramente insuficiente y constituyen distractores de los fundamental.

Plano Cultural

La lucha anti patriarcal y por el respeto de la diversidad sexual son dos elementos que atacan al corazón o a uno de los elementos esenciales de la ideología dominante y que ha logrado penetrar profundamente en un sector importante aun cuando en el caso del feminismo, la versión predominante de feminismo sea el feminismo burgués o progresista.

Plano Soberanista

Las masas ya no quieren ser comparsas, acompañantes de una clase política corrupta. Buscan ser protagonistas, constructores, deliberantes, propositivos, ejercer ella misma la acción política desde la base, desde los territorios y desde organismos decadentes como es el parlamento burgués. Quieren ejercer aquello que el pueblo es el soberano, pero ejercerlo siempre.

Plano Religioso

Con los múltiples y variados casos de abusos sexuales el financiamiento del Estado a cualquier actividad que desarrolle cualquiera de las iglesias no aguanta más. Como tampoco aguanta más la intromisión de las iglesias en asuntos terrenales por cuanto su reino no es de este mundo. El poder eclesial es tan repudiado como el poder de los poderes económicos o como la clase política misma.

Plano Militar

Aquí los casos de corrupción en las fuerzas armadas y en las policías las han puesto como verdaderas mafias ante la gente cuando de lo que se trata es de la autonomía del complejo militar industrial que se ha construido. Con el estallido social quedó clarísimo el rol de brazo armado del Estado, pero también de la clase política como de los ricos. También este problema militar es importante porque como se ha visto la represión militar sigue siendo una herramienta válida para los fines oligárquicos. La deserción de las filas es cada vez mayor.

Segundo. El estallido social contra todo lo que representa el poder.

El estallido social, 2019, fue la revuelta y la aplicación de la violencia popular contra todo lo que representara el poder de la clase dominante, sus símbolos y su desarrollo tecnológico. Al igual que los Luditas de antaño, las masas de hoy se batieron con el “desarrollo” capitalista que afecta directamente sus vidas. Por eso la masividad, la espontaneidad, el carácter autoconvocado y la capacidad de barrer con todas las estructuras orgánicas y políticas. Ningún movimiento político tuvo la capacidad de conducción. El movimiento fue autónomo.

Tercero. La traición y la usurpación de la soberanía y la democracia de los pueblos.

La firma del Acuerdo Nacional del 15 de noviembre del 2019, la promulgación del la Ley 21.200 que reguló el funcionamiento de la Convención Constitucional donde se impuso el quorum aprobatorio supra mayoritario de los 2/3 y la imposibilidad de la convención de eliminar los tratados de libre comercio, por lo tanto, cambiar el modelo económico, como a la Convención Constitucional misma, el acuerdo de reformar el texto constitucional propuesto antes que se haya realizado el plebiscito, y el llamado a la Unidad Nacional, a la convergencia hecha por Boric y por la clase política en su conjunto posterior al plebiscito no es más que la usurpación de la soberanía del pueblo, la sepultación de la democracia de los pueblos. La clase política no quiere perder el monopolio del ejercicio de la política por eso una de las reformas propuestas es no permitir la confección de listas de candidatos independientes al parlamento o a la nueva convención sólo los partidos pueden llevar candidatos.

Cuarto. Plebiscito de Entrada 80% v/s 20%. No fue la izquierda

Así como el plebiscito de entrada del 2020 obtuvo un 80% de apoyo para redactar una nueva constitución, constituyó siempre un grave error interpretar ese 80% como votación de izquierda cuando en el fondo era una votación transversal del conjunto de los trabajadores sin importar la tendencia política de cada uno. Fue el repudio más masivo desde el punto de vista electoral contra la concentración del poder. De la misma forma, tampoco se puede interpretar el 63% obtenido por el Rechazo en el reciente plebiscito como un apoyo únicamente a la propuesta de la derecha. Mucho de esa votación es también contra un gobierno vacilante, oportunista y que ha abandonado rápidamente sus planteamientos iniciales los cuales no ha defendido. Es un voto de castigo no de derecha.

Quinto. La Convención Constitucional. Una constitución de las capas medias-“aspiracionales” no de la clase trabajadora.

Otro elemento de rechazo a la propuesta constitucional es su contenido progresista-pequeño burgués exclusivamente donde lo central fueron los temas “valóricos” y no los temas propios de la clase trabajadora. Esta no se vio reflejada en esta propuesta constitucional. La clase trabajadora es la gran ausente de la propuesta constitucional. ¿Por qué la clase trabajadora debería votar por una constitución que no es la suya, que no lo interpela, que no la incluye?

Sexto. Derrota de la estrategia política-progresista

Todo lo sucedido desde la firma del Acuerdo Nacional del 15 de noviembre del 2019 ha demostrado el permanente fracaso de la estrategia del nuevo progresismo, de esta nueva elite representado en Gabriel Boric y en el Frente Amplio que son en definitiva los hijos putativos de la ex Concertación con las mismas lógicas y métodos mafiosos.

Este progresismo se ha mostrado incapaz en su gestión gubernamental pero también para hacerse carne en los sectores populares, en el pueblo y bajo pueblo ya que estos sectores siempre los han visto como “hijitos de papá”, “niños de bien” que juegan a la política en su tiempo libre.

Las dos facciones de la clase dominante, la derecha fascista como la derecha progresista, se encuentran en un callejón sin salida ante una crisis multidimensional y simultánea. Su única estrategia ha sido la de aplazar la crisis, aplazar un nuevo estallido, ganar tiempo, pero ambas saben que la crisis estructural ellas no la pueden solucionar. ¿Por qué? Porque no existen sectores dentro de la clase burguesa que sea esencialmente revolucionaria. La burguesía no puede realizar las transformaciones revolucionarias que se requieren hoy por ella misma tampoco es revolucionaria sino reaccionaria.

Séptimo. Nuevo proceso constitucional. Nuevo acuerdo nacional. Nueva Unidad Nacional.

En ese ganar de tiempo, la clase política civil-burguesa sólo puede echar mano, recurrir, al viejo discurso de propaganda de la Unidad Nacional desde un nuevo pacto social o acuerdo nacional inter burgués. El problema central con ello es que esa propaganda sólo tiene efectos en los ilusos, pero no en la gran mayoría que se muestra despierta. El estallido se ha aplazado, pero no quiere decir que vaya a llegar.

Octavo. Dos transiciones y ninguna revolución (hasta ahora)

Para concluir debemos decir que esta actual transición donde el eje es la redacción de una nueva constitución es simplemente la nueva transición desde el bloque de poder dominante y para ese mismo bloque. Esta transición es una simple reestructuración del capitalismo, de la democracia burguesa y del Estado. Es una transición desde arriba, para los de arriba y para la superestructura.

Los pueblos, los trabajadores, los pueblos originarios y el pueblo mestizo desarrollan a la vez su propia transición desde abajo y para los de abajo y que tiene sus propias, lógicas y códigos muy diferentes a aquellos que posee la clase dominante en su propia transición.

Si la clase política en su conjunto donde la antigua y nueva elite se mueven como pez en el agua en la transición por arriba, esta misma clase política no tiene entrada en la transición hacia abajo aun cuando haya habido casi 13 millones de electores donde el concurrir a votar era obligatorio a riesgo de altas multas.

El problema central para la izquierda revolucionaria, extremadamente debilitada y fragmentada como desprovista de un programa y de una plataforma de lucha arraigada en las masas, es comprender la transición de los de abajo. Comprender cuáles son sus principales de esta transición de los populares, pero sobre todo identificar los elementos ideológicos de esa transición popular, y hacerlas propias.

Hoy, ante el fracaso de la salida burguesa a la crisis y su constante aplazamiento de la crisis y del estallido social, se han dado muchos elementos que hacen necesario y urgente que se construya una verdadera Oposición Anti Capitalista y la construcción de una Alternativa Popular-Revolucionaria. Para ello se debe recuperar la independencia de clase, la autonomía, el ser capaces de negarle la sal y el agua a la salida burguesa. Ser fuertes de no caer en el juego electoral, en soñar con un lugar en el parlamento burgués. Somos diferentes, y antagónicos y nuestro camino debe correr por otro riel porque nuestra visión de mundo no es la de nuestros enemigos de clase. Ya no hay tiempo que perder ni organizaciones que dividir sino hay un proceso de convergencia, de unidad y de inserción que se debe llevar a cabo como una oposición y alternativa que construir. El viento sopla a nuestro favor.

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